lunes, 5 de noviembre de 2018

4 Semana del Cine ULima: Cold War

Pawel Pawlikowski teje los fragmentos de una historia de amor que luce incompatible aunque perdurable. Desde su primera separación, los encuentros entre Zula (Joanna Kulig) y Wiktor (Tomasz Kot) son accidentales, breves encuentros, algunos frustrados. Las razones de esto son por causas emocionales, a propósito de ese contraste de caracteres, pero sobre todo por el estigma político que ha recaído en el compositor musical. Cold War (2018) acontece en mayor parte durante la década de los 50, tiempo álgido para los países de Europa del Este debido a la “ocupación” política comunista en dichas naciones. El blanco y negro al que Pawlikowski también asistió para su filme Ida (2013), no solo recrea misma estética fotográfica que refuerza los claros y contrastes, y ciertas tomas de aire vaporoso, sino que además dialoga con la coyuntura. Una profunda melancolía comienza a corroer el espíritu de estos personajes que no solo llevan una intimidad escindida, sino también sus expectativas vocacionales.
Además del amor, la música, o el arte en general, es el segundo agredido por esta “guerra fría”, época en que la cultura estaba por debajo de los honores a una política. Ahora, tomando en cuenta únicamente a esa agresión hacia la música, Pawlikowski no solo lanza sus dardos hacia lo que representa el comunismo. Es fundamental la temporada de los amantes durante la capital francesa, lugar apartado de los comportamientos soviéticos, pero que sin embargo define y exige también condiciones que la música tendrá que cumplir si es que desea ser publicada. Haciendo una relación con el primer conflicto durante la estadía en Polonia, no hay mucha diferencia del caso en París frente a la música rompiendo con su tradicionalidad para en su lugar convertirse en oda a ídolos. Pawlikowski define un ascenso melancólico no solo desde los tonos monocromáticos, sino que además mediante el estilo musical. La historia inicia con canciones alegres, letras que tendrán inclinaciones deprimentes, pero a fin de cuentas entonadas con júbilo. Años después, mismas letras, deformadas por metáforas occidentales, han perdido la alegría. Lo curioso es que más adelante un productor polaco asegura que mismo formato también funcionaría en territorio oriental.
Muy a pesar, el melodrama es el tópico inmediato en Cold War. Los protagonistas parecen amantes en medio de una guerra, no armamentista, pero sí de intereses. Incluso cada personaje tiene su etapa en que cada uno, y por su lado, optará por esa política que les parece en su momento conveniente o rentable. No solo de personalidades contrarias, sino que en ocasiones parecen también de naturalezas distintas. Sin embargo, su amor perdura, es franco, fiel, provoca afrentas, asume riesgos, genera terribles consecuencias que pugnan por sobrellevar. Pawel Pawlikowski crea una épica u odisea de una pareja que tal vez nunca haya funcionado en una situación menos trágica, pero en la que le tocó vivir no solo funciona, sino que la convierte en una unión idílica por intentar sembrarse en medio del estanco, la represión o la manipulación de la idea.

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