martes, 17 de marzo de 2020

Curso de cine online gratuito

Dentro del marco #YoMeQuedoEnCasa, los invito sumarse a este curso de cine que podrás seguir desde casa. Será una oportunidad para descubrir nuevas películas respaldadas por una orientación crítica. Iniciamos este viernes. En las próximas horas, estaré publicando el programa de las sesiones.


lunes, 16 de marzo de 2020

El precio de la verdad (o Dark Waters)

La reciente película de Todd Haynes rebela un derrotero legal que podría ser comparado a la odisea que esbozó Steven Soderbergh en Erin Brockovich (2000). Ambas películas retratan historias de una comunidad expuesta a una crisis sanitaria dado los actos de una vil corporación y, en consecuencia, una persona se compromete a revelar dicho perjuicio, el cual, a medida de su sondeo, va ampliando la responsabilidad de la entidad. Es decir; el relato de David y Goliat son emulados, solo que sin cuotas románticas o de fe, sino con una mirada crítica que responden al panorama social, político y económico de una nación. Pueda que se obtengan resultados optimistas en este pesquisa, sin embargo, se manifiesta mucho pesimismo en el camino. Al margen de los resultados, sendas películas dejan en claro que el poder de las industrias define las fronteras de la desigualdad, y eso se refleja en el terreno judicial.
Rob Bilott (Mark Ruffalo) es el protagonista de la historia, un abogado que pasa de protector a denunciante de la compañía DuPont. Este personaje no tendrá el carisma de Erin Brockovich, pero sí el conocimiento de la materia, algo que la defensora ambientalista tuvo que aprender en el proceder. Ahora, esto deriva a un mayor grado de responsabilidad frente al caso en cuestión. Dark Waters (2019) parece esforzarse en trazar una lucha en solitario. Mientras que Brockovich tenía a su costado a un ambicioso abogado, Bilott poco a poco va perdiendo el respaldo de su sostén laboral y personal. Aprovechando esta situación, Haynes atiende al vaivén emocional que sufre su protagonista en el transcurso de la penalidad; su tránsito del escepticismo a la revelación, su investigación bajo un ritmo escueto y luego demencial, los momentos de aliento, de incertidumbre y desesperanza. El drama no solo retrata a un país y una justicia interpuesta por los intereses de una corporación, sino que también trata sobre el drama de un hombre anímicamente extenuado, aunque constante en su propósito.

miércoles, 4 de marzo de 2020

Una vida oculta

La fe en la filmografía de Terrence Malick tiene la función de un leitmotiv. Sin convertirse en temática central de sus historias, la religión cristiana o el rezo a alguna deidad superior a la humanidad se manifiesta como una pauta que, además de potenciar el velo onírico de sus películas, plantea el concepto de la vida, promueve reglamentos, traza líneas morales en los protagonistas y, a propósito, genera dilemas en estos mismos, conflictos existenciales que cuestionan el orden de la naturaleza, tan idílica, pero a la vez naturalmente beligerante. Desde las plegarias previas a una confrontación bélica en La delgada línea roja (1998), la cristiandad colonizadora y lapidaria en El nuevo mundo (2005) a el amor y violencia de un padre hacia su familia en El árbol de la vida (2011), los recursos del bien y el mal se encuentran y confrontan en la naturaleza, en tanto, la fe se convierte en uno de los tantos conductos que estimula el conflicto de respectivas tramas.
Contrario a los anteriores filmes de Malick, la fe en Una vida oculta (2019) es el centro de la trama y el tópico que genera el conflicto. La historia de un hombre resistiéndose a rendirle obediencia al nacional socialismo alemán dado sus principios cristianos es la situación de Desmond Doss en Hasta el último hombre (2016) o la del protagonista de Nazarín (1959). Franz Jägerstätter (August Diehl), al igual que los mencionados, es el individuo que irrumpe y genera incomodidad a un entorno en donde un colectivo ha asimilado la violencia y sus consecuentes. Se manifiesta una batalla desigual, la del hombre versus una masa iracunda. Es decir, las tres son películas orientadas a retratar un calvario. Mel Gibson fabricará esta situación en los campos de entrenamiento militar estadounidense con aire realista, mientras que Luis Buñuel destinará la vía crucis de su protagonista en la marginalidad rural mexicana aplicando una dosis esperpéntica y demencial, casi sugiriendo lo surreal. En tanto, Malick se adentra en el terreno idílico de la vida campestre alemana para someter su eventual ritual lírico.
La fricción entre lo terrenal y lo espiritual es una constante en el cine de Malick, y en Una vida oculta esto se trasluce en la evidencia histórica sobre cómo las creencias cristianas significaron un desafío para los intereses del nazismo. La vida apacible de Franz se verá interrumpida con la llegada de la guerra y con ello se pondrá a prueba su fidelidad. No es obstinación, son principios implantados e indivorciables. Franz es Desmond y Nazarín. La duda o la tentación de dimitir sus “armas” no lo alcanzan. Caso contrario, Fani (Valeria Pachner) es la personaje que dispone esa constante de Malick. La esposa de Frank es el conducto que expresa dudas, la que plantea las contradicciones entre lo que sucede y lo que promete en las santas escrituras el padre Supremo (nuevamente, así como en El árbol de la vida, lo paternal es puente entre la protección y la opresión). Ella es el protagonista de Diario de un cura rural (1951), confesando, expectorando sus temores mediante el pronunciamiento epistolar.