miércoles, 27 de octubre de 2010

Un hombre soltero (o Un hombre solo)

En 1962, en EEUU, la Guerra Fría parecía avistar su momento más crítico. Las noticias anunciaban que Cuba, una de las capitales del comunismo, era base de misiles soviéticos. El país entero estaba inmerso en una profunda crisis política y emocional. Ese mismo año, en la ciudad de California, George Falconer (Colin Firth), un británico maduro y docente universitario, vivía para entonces su propia crisis. Un hombre soltero es la historia sobre la crisis personal, siendo el amor, la identidad y la soledad los grandes protagonistas dentro de este filme.
Tom Ford, reconocido diseñador estadounidense, dirige esta ópera prima que representa el estado de tres personajes perturbados emocionalmente, que, sin embargo, serán neutralizados por un mundo optimista y gráfico. George, luego de haber vivido 16 años con su pareja, un joven homosexual muerto en un accidente automovilístico, observa una mañana el suicidio como una alternativa. Un hombre soltero es un día en la vida de un hombre solitario, víctima de la incapacidad de seguir llevando su rutina pesimista, aquella que siempre fuera neutralizada por la presencia de Jim, su amante, una persona que, al contrario de George, vivía sus días con júbilo y libertad.
Charley (Julianne Moore), una británica, y mejor amiga de George, es víctima de una soledad producto de un matrimonio frustrado, el cual nunca supo disfrutar. A puertas de los cincuenta años, Charley es incapaz de dejar atrás su amor platónico que siente por George, quien fuera su pareja largos años atrás. Kenny (Nicholas Hoult) es alumno de George, un adolescente que sostiene una relación ficticia con su enamorada, siendo incapaz de aceptar con total libertad su homosexualidad. Los tres personajes, si bien están ligados por una soledad, cada uno se localizan en tiempos distintos.
George manifiesta su soledad respecto a su futuro. Su mismo estado pesimista lo obliga a consultarse por el mañana, siendo siempre su respuesta similar al de anteriores días: “sobrevivir, un día como ayer”. Charley es un personaje que sostiene su soledad desde su pasado. Sus días pasados con George son los responsables de mantener una vida teatralizada a base de engaños, como sus mismas citas que funcionan como un transporte a su vida en Gran Bretaña. Kenny por su lado, se cuestiona su presente, esa indecisión sobre su identidad, aquella que lo mantiene aislado de su círculo social.
Los tres personajes son víctimas de un miedo que está siempre relacionado con la soledad, aquella que les impide mirar al frente. George, al ser el único que encara el futuro, responde a unos deseos suicidas, aquel que observa con mayor proximidad ese temor que evita, pero también atrae. George, Charley y Kenny atraen y captan sus miedos, a medida que intentan negarlos. Ellos, sin embargo, se ven equilibrados por un reflejo de ensoñaciones. Es a través de las remembranzas del pasado, las fantasías representadas o las vivencias de un vida aparente, que los personajes encuentran la oportunidad de reconocer una moderación a sus trágicas vidas.
Tom Ford recurre así a los matices cálidos que avivan la piel y enrojecen más el brillo californiano. Un hombre soltero a veces parece ser más una sesión de fotos que una película. Los rostros pálidos de los personajes, una y otra vez, se ven prendidos y apañados por los efectos visuales siempre recurrentes. La película posee una gran cantidad de imágenes simbólicas y oníricas, que en momentos se duda lo que podría ser real o fantasioso, como es la presencia de una misteriosa niña a ojos de George. Ninguna de las actuaciones captaría la atención, si no fuese porque se observa a un Colin Firth haciendo lo que no es usual dentro de su filmografía. Tom Ford hace un breve homenaje a las películas Psicosis (se observa un afiche pegado en un muro) y Vértigo (se utiliza una pieza del soundtrack) de Alfred Hitchcock; ni si quiera el gesto lo salva. No recomendable.

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