Hace diez años llevar a la pantalla del cine una historia basada en los cómics, sea de la Marvel o la DC, significaba una sola cosa: franquicia. Producir una película de este género era la oportunidad de llenarse los bolsillos sin necesidad de crear “la historia”, una que por cierto ya estaba escrita, pero que sin embargo siempre se insistía en recrear, esto obviamente bajo un sello de Hollywood: una historia ligera, los mismos escenarios, los mismos personajes, distintas aventuras. El producto; una película insoportable no sólo para la crítica sino para el público entero, sin embargo, la gente no dejaba de ir. El tránsito de los finales de los 90 e inicios del nuevo siglo eran tiempos de perdón, cinéfilamente hablando. Pero luego de eso todo cambió y se espera que el estreno de Thor (2011) no mortifique esta buena racha.
Desde las nuevas secuelas de Spiderman, hasta las novelas gráficas como Sin city (2005) e inclusive Kick Ass (2010) han logrado funcionar, y no me refiero funcionar como franquicia –esto siempre sucederá, y si algún día dejara de ocurrir los días de Hollywood estarían contados –sino como un filme logrado argumentalmente, en su performance, en su totalidad. Tanto los cómics como las novelas gráficas nunca se habían acercado tanto a la esencia humana, una que funciona de aquí a la China: el héroe entonces comenzó a ser el héroe, con poderes y flaquezas, tan humano como los mismos que miramos sus películas, pero clásico en sus poderes. Eso lo convertía en un ser espectacular, aunque impredecible.
Thor, no sé por qué, pero tenía que llegar. Tal vez llegar el momento en que aparezca uno de los superhéroes Marvel menos conocidos –pero que no dejaba de ser atractivo por traer consigo una leyenda nórdica –o llegar el momento de que a los productores fílmicos se les acabaran los héroes convocando así a los suplentes: próximamente Capitán América, Linterna Verde, no me sorprendería si hacen un nuevo remake de La Mujer Maravilla –las malas lenguas dicen en el próximo 2015 –. Thor, dirigida por el inglés Kenneth Branagh decepciona por todos los costados, desde el martillo, o Mjolnir como quieran llamarlo, hasta las alitas de su sombrero, uno ridículo pero que no deja de tener su gracia, sombrero ridículo que por cierto sólo aparece unas escenas. El personaje de Thor (Chris Hemsworth), hijo de Odín (Anthony Hopkins), hermano de Loki (Tom Hiddleston), tiene una personalidad humanamente decepcionante.
Spiderman (2002) representa la duda, el de asumir el rol humano o de héroe, poderes que violentan su estilo de vida obligando a abandonar no sólo su vida como sujeto común, tranquila y ordenada, sino el amor por una mujer. Batman begins (2005) es el miedo, Bruce Wayne lucha incesante con sus traumas infantiles, tanto personales como familiares. Los personajes de Kick Ass, representan la generación geek, la enajenación, la marginalidad, pero que intentan aparentar para “ser”. Thor es un caso que necesita ser archivado. Es la historia de un futuro heredero al trono de Asgard, ambicioso e impulsivo, que ante su apresurada formalidad de tomar lo que cree merecer (“Macbeth”), revivirá una vieja afrenta de su pueblo con una raza de guerreros de hielo –que no tienen hembras –. Thor por eso será desterrado a manos de su padre, Odín, ello con intención de posiblemente enderezar a su hijo. Es así como Loki, sediento de celos (“Otelo”) hacia su hermano, aprovechará en traicionar a su padre (“Rey Lear”). Lo demás es “historia” que puede ser completada incluso a ojos cerrados.
Thor no es atractiva porque no existe el debate “humano”. Lo que sufre el hijo nórdico es una simple pataleta que se logra curar como quien se curan sus heridas. El defecto del heredero de Asgard parece no tener esa complejidad de los otros héroes, aquellos que sufrían de principio a fin, cargando sus temores o debilidades, aquellas que lograban apaciguar más nunca logran curar. A Thor le basta una estadía de algunos días en la tierra para poder saber que ha obrado mal. Increíble, pero cierto. Curar tus defectos de un día para otro, eso sí es “heroico”. Thor es predecible, su comportamiento se amolda fácilmente a los terrícolas. Conoce a un tipo y a las horas ya se encuentra en una taberna emborrachándose junto a él; no hay que ser héroe para hacer eso. Thor entiende del “amor al paso”, y como buen extranjero se obsesiona rápido por la primera “mujer ejemplar” que se le cruza, Jane (Natalie Portman). El amor entre estos dos sujetos es inverosímil pero se da. Una que otra coquetería y el enorme y corpulento Thor ya está hecho. Ella sí es una heroína.
Los personajes de Thor son débiles. La interpretación de Tom Hiddleston como Loki es la de un tipo que en su primer plano –aún así nunca hayas leído alguna historieta del cómic –ya se sabe quién es: “ese es el malo”, “ese es el traidor”. No existe buena película basada en un cómic sin un buen enemigo, tal vez ese fue un motivo fundamental del porqué el público no gustó de Hulk (2003), de Ang Lee, esto a falta de un buen enemigo. Natalie Portman hace su trabajo de niña bonita. No suficiente con calzar dentro del estereotipo de Thor, Chris Hemsworth es banalizado, explotado, su futuro será ser nominado para el próximo sex-simbol según la revista People. Anthony Hopkins se hace respetar como rey, mientras que los amigos de Thor son la imagen frustrada de “los caballeros de la mesa redonda”. Ni las buenas intenciones del director Kenneth Branagh en relacionar su pasión shakesperiana con el cómic de la Marvel salvan a esta película escasa de truenos, ¿qué acaso Thor no era relativo a truenos?
mucha verdad has hablado querido amigo. Thor no convence ni emociona, bueno si eres un niño de trece años tal ves.
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