miércoles, 10 de agosto de 2011

15 Festival de Lima: Sección Competencia de Ficción: Post Mortem


El gobierno de Salvador Allende ha caído. Fuerzas militares han tomado el control político y civiles chilenos que fueron simpatizantes del anterior régimen son ultimados. Santiago es víctima de un gran genocidio. Las calles están baldías, autos abollados, casas ultrajadas, gente desaparecida, convoyes movilizando cuerpos victimados rumbo a la morgue. Post mortem (2010), dirigido por Pablo Larraín, es un filme que describe a una sociedad muerta en vida luego del ascenso de Pinochet, pero lo que es curioso es que parte de su sociedad ya vivía entre las sombras.

Mario (Alfredo Castro) es un encargado de transcribir el informe de autopsia de los cadáveres que van llegando a la morgue donde labora. Mario es un ser inerte, su presencia parece brillar por la ausencia que provoca, una representación fantasmagórica que no importa a su alrededor, como tampoco parece perturbar. Mario se asoma como un fantasma en bambalinas de un teatro o en las oficinas del hospital y nadie se percata de su presencia o simplemente no toma importancia. Existe una mudez arraigada en su alrededor, sin embargo no es soledad la que refleja su rutina. Mario es de pocas palabras, no posee discurso ni intereses. Su reacción en casos es espontánea o en otros es dependiente de lo que ocurre en su entorno.

Nancy Puelma (Antonia Zegers) es bailarina en un teatro. Ella se convertirá en la obsesión de Mario, convirtiéndose en el único motivador de este “muerto viviente” quien ciegamente va construyendo una relación ficticia junto a esta mujer. Nancy no observa su relación con Mario como algo personal. Ella, a pesar, también se confunde con una naturaleza cercana a la del asistente de la morgue. La bailarina se confunde en la textura grisácea que provoca Larraín en el filme, similar a la que crea en Tony Manero (2008), su anterior filme de ficción. Los personajes principales de Post mortem son como dos almas en pena, parecen vivir sus días inacabables en un purgatorio, lugar que irónicamente la misma Nancy anuncia temer.
Pablo Larraín comenta indirectamente sobre la condición humana del civil chileno, aquel que convivió con el gobierno de Allende y sobrevivió a la Dictadura de Pinochet. Un personaje en Post mortem teoriza sobre la evolución del hombre por medio del levantamiento armado. Ciertos excesos parecen justificarse por medio de una “selección natural”, aquella que promoverá a un nuevo hombre, uno mejorado, tanto físico como anímico e ideológico. Mario posee un rasgo característico en su comportamiento; él es un romántico. Es de aquellos que no se acuestan con cualquier mujer, que se ilusionan con un amor rápidamente, que creen en el matrimonio, en las citas de amor, sobre qué restaurant podría gustarle. Es posible que esa imagen inerte que emana Mario sea una abstracción de ese idealismo que refleja, una especie de comportamiento retrógrada, comportamiento que se replantea llegada una nueva era, la dictadura. La última escena describe a un nuevo Mario, uno desengañado, que parece actuar por primera vez por propia convicción; es un nuevo hombre.

Una escena memorable del filme es sobre la autopsia a un cadáver en presencia de distintos adjuntos del gobierno militar. La crudeza toma mayor grado en esta parte del filme al tener como introducción un evento cómico –posiblemente el único en la película –sobre una máquina de escribir y el impotente Mario que no logra dominar. Lo que continúa es el lado más realista y trágico de la historia.

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