viernes, 19 de agosto de 2011

New York, te amo (o Me enamoré en New York)


Al igual que en París, te amo (2006), New York, te amo (2009) continúa el mismo hilo temático esta vez desarrollado en la “Gran Manzana”: el amor. Como sucede en la idea original, este filme es la construcción de un número de historias sobre personajes que experimentan o fraternizan desde su propia concepción con el tema del amor. Personajes que en ocasiones rosan con la comedia, el drama e incluso la tragedia y van manifestando las distintas caras o formas en que amor se puede manifestar dentro de una situación cotidiana o inusual.
Como es convenido según el proyecto original, cada corto es dirigido por un director diferente, el cual cada uno tiene un límite de dos días para filmar su propia historia, una original según el estilo que posiblemente está fijado en cada uno de estos. El hecho es que a diferencia de París, te amo, en este nuevo filme no se reúne a directores que cubren las expectativas. En la película localizada en la “Ciudad Luz”, los rostros variopintos de los directores que iban desde Gus Van Sant hasta Wes Craven –sin mencionar a los demás –que provocaban un gran atractivo, esto desde que cada uno ejercía un estilo propio (conocido) sin atentar al amor como su tema central, no se compara al reciente grupo de directores convocados en New York, te amo.
Fatih Akin es tal vez el nombre más influyente dentro de los 11 directores reunidos (quienes originalmente fueron 13; dos cortos, entre ellos el de Scarlett Johansson, posteriormente retirados), seguido por el estadounidense Anthony Minguella (El paciente inglés, 1996), quien sería reemplazado más adelante por Shekpur Kapur luego que falleciera días antes de la filmación. La idea de Minguella sin embargo quedó, y curiosamente resulta ser la historia más interesante dentro del resto. Los que siguen la lista son el japonés Shunji Iwai, el chino Jiang Wen y la india Mira Nair, cada uno de estos directores con una filmografía de por medio, pero que no dejan de ser tan solo rostros que son familiares. Los demás directores casi desconocidos o nada representativos, no al menos al nivel que se fijo en París, te amo, y que se supone era el mayor atractivo del proyecto.
A nivel de las historias, New York, te amo –se sobrentiende –no logra tener ese enganche que tuvo la idea original. Las primeras historias es la manifestación de un grupo de escenas que pueden ser apreciadas fácilmente en una comedia romántica, sobre enredos y coincidencias, nada del otro mundo. Son más bien las últimas historias las que toman un lado interesante, justamente aquellas donde brota melancolía, sobre ese lado del amor reprimido o ausente. Los personajes aquí son seres anónimos o que fingen ser otras personas. La historia de una cantante de ópera retirada, la de un pintor obsesionado y su musa inspiradora, una pareja de esposos y una fantasía planeada, son las que poseen originalidad y estilo. Un detalle curioso es que la mayoría de los directores –gran parte de estos de origen asiático – apunta desde una mirada del sujeto migrante. Este año se anuncia Shanghai, te amo, como también se vocea a futuro una adaptación en Río y Estambul.

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