lunes, 11 de junio de 2012

Blanca Nieves y el Cazador


Artículo publicado originalmente en Cinespacio

Se ha lanzado la amenaza que Blanca Nieves y el cazador (2012) posiblemente tendría dos siguientes partes. Cierto o falso, no es de extrañarse ver cómo germina una nueva trilogía por estos días, aunque en este caso no deja de ser preocupante. La ópera prima de Rupert Sanders está sostenida de una trama irregular, trivializada por la movida teen, proveniente de la historia novelada o del mismo cine, representaciones que actualmente actúan bajo una misma dinámica, siendo una origen del otro. El caso de esta película, fue primero el guión y luego el relato. No hace mucho se vio Espejito, espejito (2012), un filme que de igual forma transgrede la historia original de los Hermanos Grimm al crear una versión paródica, tal como representa el mundo del ogro Shrek a los cuentos de hada, solo que aburrido, teatral y sin gracia; más que cómico, bufonesco. La película, sinceramente, no es buena. Por su lado, la versión de Sanders, bajo un género distinto a la anterior Blanca Nieves, es de igual forma un filme exasperante.

Blanca Nieves y el cazador echa de lado las clásicas vestiduras de la doncella adoptada por unos siete enanos y que aguarda a que un príncipe azul venga a despertarla del sueño infinito.  En lugar de eso, vemos a una joven haciéndolas de heroína, una que si bien no posee esa actitud mesiánica de Juana de Arco, son el resto de los personajes quienes observan en ella el correspondiente a lo que sería Neo en Matrix (1999): “She’s the chosen one”. Blanca Nieves es la elegida, aquella quien podría derrocar a la reina malvada, y que luego de un discurso labrado en la escuela de William Wallace, promoverá su batalla junto a un grupo de guerreros, un viudo borracho y un puñado de enanos (¿son 8, 7 ó 6? En serio, nunca me quedó claro eso). Blanca Nieves y el cazador sigue la dinámica de un cine épico ambientado en un mundo decadente, gótico, que también tiene su lado mágico y animado; simulaciones que ya han sido repetidas una y otra vez de manera cansina, y que solo un experto como Tim Burton podría replantearla cuantiosas veces efectivamente.

La película de Rupert Sanders posee un guión flojo, una trama gratuita y poco imaginativa – además de tener un record de hechos absurdos – que se sostiene de la usurpación de otros filmes o historias que van desde Crepúsculo a una interpretación “draculiana” a manos de Charlize Theron. El personaje de Kristen Stewart hace mismos gestos que realiza en la saga vampírica cada vez que el ebrio (Jacob) y el arquero (Edward) insinúan sus afectos. Blanca Nieves y el cazador juega a ese discurso que la crítica estadounidense ha nombrado como “la nueva  heroína”; una teoría que de hecho es producto del aburrimiento, pero que igual serviría para una análisis sobre cuál es el rol del adolescente femenino en el cine actual. Fuera de esto, no existe algún otro motivo para hablar más de este filme.  

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