domingo, 4 de noviembre de 2012

¿Sabes quién viene? (o Carnage)

Cierto día dos niños de la edad de once años pelean. El resultado: uno de ellos ha sido herido en el rostro. Lo siguiente que sucede es la trama esencial de Carnage (2011), película dirigida por Roman Polanski que de una manera simple y amena reúne a dos parejas, padres de los niños, con la intención de conciliar roces y malentendidos provocados por sus inmaduros hijos; gesto que solo será al principio. Un mal karma ha comenzado a invadir la gentil conversación de estos sujetos que poco a poco van descubriendo sus franquezas e, incluso, sus puntos frágiles. Más que una historia, el último filme de Polanski  se acerca a la puesta en escena –no en vano es la adaptación de una obra de teatro–, una teatralización de un grupo de personas que dialogan y asumen facetas, rostros, estados y uno que otro comportamiento neurótico.
 
Roman Polanski se acerca al comportamiento sintomático de sus personajes, aquel que se va derivando a medida que esta historia puntual y minimalista se va dilatando sin la necesidad de hallar nuevos argumentos que compliquen la trama.  Carnage se limita de distintas formas, tanto en su historia como en su propio contexto. El ambiente teatral en esta película es inevitable, uno que posee su punto fuerte en la performatización de sus actores, bien escenificados e interpretados, cada uno con una gestualidad y un rol, en algunos casos engañosos o en otros siempre francos. Pero es esa teatralidad la que provoca también el estancamiento. A medida que la película ha avanzado ya tenemos una noción clara en cómo van a terminar las cosas. Entonces, lo que ocurra más adelante dependerá de dos puntos: el buen diálogo y la buena interpretación. El primero no parece tener el ingenio ocasional, mientras que lo segundo se va superando. Carnage no pasa de ser una sátira superficial.

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