domingo, 19 de mayo de 2013

4 Festival Al Este De Lima: Solo el viento (Sección Competitiva)

Hungría. Una comunidad de gitanos ha comenzado a ser víctimas de un grupo violento. Nadie reconoce los rostros del agresor. No existen pruebas que delaten a los culpables. Ellos cargan armas con perdigones, entran a las casas, golpean a sus habitantes, violan a las mujeres, incineran todo. Algunos afirman haberlos visto cuando el sol aún brilla. Siempre husmean, y uno no está seguro cuando atacarán nuevamente. Solo el viento (2012) se presenta de esta manera. Es la recolección de evidencias y testimonios que delatan una atmósfera enferma de miedo a mano de la violencia. Bence Fliegauf realiza un filme que no encara a su agresor, en su lugar se concentra en la figura dócil del agredido, medroso, casi paranoico, sensible ante lo incierto. Es la mirada objetiva al desprotegido; víctima de un verdugo racial.
Solo el viento sigue la historia de una familia gitana en un día entero. Es la rutina de un grupo de personajes que conviven en medio de una crisis, aquella que va generando sus propios antecedentes o premisas sobre su posible origen a medida que la familia se desplaza a los lugares a los que frecuenta, zonas de trabajo, escuela, el mismo vecindario. Fliegauf es neutral cuando se trata de describir a la comunidad gitana, por un lado infértil, viciosa y “carroñera”, pero por otro manifiesta un perfil próspero, rehabilitado y sensible. En paralelo, una sociedad respondiendo a dicha comunidad con prejuicio, mientras que otro sector de esta lo acurruca con un abrigo. Hay una necesidad por recrear una serie de dicotomías. Es pues el lado que crítica y el otro que reivindica, y la familia de gitanos de la que hace referencia el director, es sin duda la reivindicativa.

Vemos así a una madre que viaja de extremo a extremo para dedicarse a dos trabajos, una adolescente inclinada al estudio y que aflora además un reflejo maternal, y un niño que dentro de su desapego escolar, es compasivo y, sobretodo, dueño de una actitud paternalista. Solo el viento retrata a una infancia cercenada, una que entre juegos y risas asimila la realidad trágica de su círculo familiar, uno que está en peligro y que al carecer de una figura paternal, se ingenia una al asumir dicho cargo ausente. El personaje del menor es así promotor de una nueva dicotomía, aquella que refracta la situación de los gitanos como una comunidad desprotegida. El niño (o padre de sí mismo), no teniendo seguridad en su casa, sumisamente fabrica un escondite que servirá a su familia de refugio. Mientras tanto en la trama, vemos cómo los gitanos promueven una serie de rondas de seguridad con intención de frenar algo que debería venir de la misma protección social/gubernamental.
Solo el viento desarrolla una serie de premisas que asumen a la comunidad gitana como una sociedad frágil, huérfana de un padre que la proteja. La etnia agredida simula ser el niño que emprende por sí solo un medio de defensa, uno que predice no va a funcionar. Bence Fliegauf despliega una atmósfera que está pronunciada por el encierro, el pánico, los claroscuros, la humillación que pisa los talones, el merodeo agresivo de un rostro anónimo. Durante todo el largo del filme no dejamos de ver a los miembros de esta familia mirando por encima de su hombro, presas fáciles de una realidad que todavía deja las evidencias carbonizadas a pocos metros de su hogar. La película vaticina tragedia al promover la tensión, viento que sopla implacable y castiga de la misma manera a un viejo convaleciente o a un menor, uno que es temeroso, empuña un arma ficticia y se desfoga azotándola con violencia.

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