miércoles, 14 de agosto de 2013

17 Festival de Lima: J’enrage de son absence (Semana de la Crítica de Cannes)

Mejor conocida por sus roles en películas dirigidas por celebrados directores tales como Maurice Pialat, Agnes Varda, Patrice Laconte o Claude Chabrol, la actriz, y ahora directora, Sandrine Bonnaire, realiza su ópera prima de ficción basada en la historia dramática de un padre atormentado por los recuerdos. William Hurt encarna a Jacques, un estadounidense millonario que tendrá que retornar a Francia para reconocer una herencia. Su padre ha muerto, pero no es dicha tragedia la que lo aflige o lo entristece. J’enrage de son absence (2012) es el calvario de un progenitor por la pérdida de un hijo, tragedia que persigue a Jacques a pesar que ya han pasado ocho años desde el fallecimiento de su único niño, aquel que concibió junto con Mado, interpretado por Alexandra Lamy, hoy convertida en su ex esposa.
Bonnaire realiza un filme que contempla la angustia casi enfermiza de un personaje obsesionado con el recuerdo. Jacques es una especie de Scottie, en Vértigo (1958), siendo en inicio un acosador inofensivo para luego convertirse en un invasor de la intimidad. El personaje de Hurt, embaucado por su memoria, decide entrometerse en la nueva vida de Mado, quien ahora es esposa y madre de una familia casi postiza, una suerte de “nueva vida” que adoptó como estrategia curativa para menguar el dolor causado por la ausencia de su hijo extraviado. La llegada de Jacques significará el quiebre de ese recuerdo que estuvo sedado en la mente de Mado desde hace ocho años. Lo cierto es que también la presencia de su ex marido ha comenzado a calar su círculo familiar. Tanto su segundo hijo como su nuevo compromiso, poco a poco van siendo víctimas directas o indirectas de este tormento ajeno.
Lo mejor de J’enrage de son absence es sin duda la interpretación de William Hurt. El veterano actor está contaminado por una mirada triste y melancólica, siempre ido, mirando al vacío, encorvado de hombros, víctima de una depresión que lo ha convertido en una especie de Segismundo que, por el contrario, ha decidido vivir por su propia voluntad encerrado en una cárcel, negándose a saber de la realidad, viviendo entre las tinieblas, ajustándose entre los sueños.

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