Uno de los descuidos de
la segunda película de Daniel Rodríguez está relacionado al personaje de la
patrona, protagonizado por Vanessa Saba, quien en teoría es el vehículo que
debería generar el suspenso, pero que lastimosamente es quien también lo
acorta. Gran parte del misterio finaliza para cuando el espectador deja de
sospechar o generar hipótesis respecto a la integridad de la solitaria mujer (¿es
de buenas intenciones, o no?), quien para mal delata su lado perverso con
descaro y mucha prisa. En efecto, los otros personajes de ficción siguen
teniendo sus sospechas, pero en lo real el suspenso migra a lo evidente. El vientre (2014) no se da tiempo para
fabricar una falsa identidad, o incluso una historia de amor. La rutina previa
a la pesadilla no existe en la hacienda de la mujer misteriosa, solo el acecho
de su sombra o sus miradas que traman. Cómo no identificar el peligro, al
agresor o las intenciones de este en un tiempo récord; eso es algo que juega en
contra en una película de suspenso. El filme no prepara el terreno, prefiere ir
al grano.
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