Basta con mirar el
pasado de los Premios Oscar para saber por qué The imitation game (2014) se ubica dentro de las nominadas a Mejor
Película este año. Si bien la biografía del matemático Alan Turing pueda resultar
no ser familiar para muchos, lo mismo no se podría decir respecto al modo en
que se aborda la historia de este personaje. Para no ir muy lejos, caso en Una mente brillante (2002) observábamos
la inspiradora vida de un colega de Turing, John Forbes Nash, matemático del
que veremos fragmentos de su vida, desde sus inicios como estudiante hasta su
momento cumbre. En paralelo, su atropellada vida romántica y el padecimiento de
su propio fantasma, la esquizofrenia. De similar plantilla se construye la
película del director Morten Tyldum. En esta veremos la historia de Alan Turing
(Benedict Cumberbatch) en tres momentos: su infancia, durante la Segunda Guerra
y la Posguerra. Es la ventana a la historia de un joven prodigio, solitario,
hostil (dado que aprendió a vivir al margen, tanto intelectual como social). De
él se sabrá también su frustrada vida amorosa como también su condición
homosexual, en este caso, un fantasma de la propia Corona.
Un plus que la
diferencia al biopic realizado por Ron Howard, es en referencia a que The imitation game parece obedecer a la
moda sobre la “revaloración póstuma”, esto a propósito del “perdón póstumo”,
uno que se señala en la rotulación final de la película. Es el cierre que
conmemora a una víctima más del conservadurismo británico, y no cualquiera,
sino de uno que sin querer (tal como reza la frase: la ayuda llega de la
persona que menos imaginas) fue uno de los responsables que ayudó a frenar la
IIGM salvando así a miles de vidas. Esto además de dejar un legado matemático y
tecnológico. La película así se dedica a
hacer honor al héroe no reconocido, cosa que sí ocurre con John Nash al recibir
el Premio Nobel. El final de Alan Turing por su lado será trágico y no
reconocido. De igual manera, hubiera sido más motivador ver más tiempo al
matemático durante la Posguerra, es decir, en un momento donde el anonimato
primó, además de su martirio respecto a su acusación por “atentar contra la
moral”, lo que en síntesis sería su momento biográfico con un grado de
padecimiento superior y muy interiorizado.
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