De no ser porque
existe una trama en paralelo, El caso SK1
(2014) sería una película más sobre un asesino en serie y persecutores al
borde de la crisis tropezando con pistas y sospechosos erróneos. En referencia
a esta trama, es una pesquisa policial; en cuanto a la otra, es un drama
judicial. Lo cierto es que la balanza se inclina más por la primera, que alude
a un relato detectivesco. El problema es que este mismo no encuentra más que un
hilo que lo relacione con esa otra historia. El director Frédéric Tellier
parece juntar dos películas que tranquilamente tendrían un mismo significado de
forma independiente. La integración de ambas no invoca a un significado
adicional; salvo alguno forzado.
En La cabeza alta (2015) se mezcla una
serie de dramas que apuntan a la moralidad. A raíz de la reeducación a un
adolescente, se desmiembra la rehabilitación de una madre, la redención de un
ex rebelde y, además, la obstinación de una mediadora social comprometida con
lo que hace. Todo se manifiesta a nivel personal; es la dialéctica del aprendiz
rebelde y el educador. Uno se resiste, el otro responde con insistencia. La
directora Emmanuelle Bercot desarrolla una trama discreta que se codea con lo
trivial, aunque hallando la manera de no tropezar con la fatiga. El joven
Malony (Rod Paradot) durante toda la trama se deja llevar por su ira. Es
voluble y, por lo tanto, impredecible. En tanto, varios personajes involucrados
en la sanación del muchacho giran a su alrededor. No hay más. Los rumores que
llegaban de Cannes el año pasado eran ciertos. La cabeza alta no es un filme memorable; sin embargo, tampoco exaspera.
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