Es apasionante el universo
que ha venido evocando durante toda su fílmica Apichatpong Weerasethakul. En
este observamos a imaginarios de naturalezas marcadamente antagónicas conviviendo
a la línea de la cotidianeidad sin que ninguno de los dos tenga la necesidad de
absorber al otro. Estamos hablando aquí de una utopía realizada. Existe pues un
equilibrio de conocimientos, en donde las creencias y prácticas tradicionales son
inmovibles, mientras que la modernidad va expandiendo su terreno mediante su
tecnología y centros comerciales, sin provocar perjuicio en la primera. Este
acuerdo de saberes y realidades se ven claramente expuestos en Syndromes and a century (2006), el cual
se desarrolla enteramente en una ciudad, a diferencia de sus otros filmes del
director tailandés en donde sus historias se gestan entre el campo y
ocasionalmente se salta o se hace referencia a la ciudad, cuna de esa
modernidad; la que, por cierto, poco a poco va exportando sus conocimientos
rumbo a los espacios periféricos.
Se podría decir que Cemetery of splendour (2015) se
convierte en una interesante dupla junto a Syndromes
and a century. En esta nueva película, Weerasethakul centra nuevamente su
historia en un contexto periurbano, sin embargo, vemos también los cambios que la
modernidad se encuentra insertando, lo que hace creer que está a un paso de fundarse
una nueva ciudad. Tal como se espera, las tradiciones de los residentes se
mantienen intactas; muy a pesar, hay un punto de distinción que posiblemente la
protagonista principal de esta historia logra percibir. El personaje aquí es una
mujer madura que a diario se acerca al hospital de su comunidad para asistir a
un grupo de soldados padecientes de una enfermedad que los obliga a dormir
hasta por meses. Durante sus visitas, la mujer se ha apegado especialmente a un
paciente, con quien se la pasa conversando o visitando lugares cada que este
despierta. Cemetery of splendour luce
como un drama romántico en donde la relación de una pareja pende de lo que
dispongan esas dinámicas de lo tradicional y lo moderno. Ocurre pues que este
soldado, al igual que el resto, son presas de este letargo a causa de los
espíritus ancestrales que reclaman la energía de los que hoy habitan el territorio
del hospital, que en realidad un día fue un cementerio de reyes. En tanto, la
tecnología, a través de sus maquinarias modernas de luces alógenas, y la
próxima fundación de un hospital de mayor envergadura, está en búsqueda de
aplacar el sueño de los soldados.
Se entiende entonces
que la curación del amante depende de lo que dispongan las ánimas o la
sabiduría de la ciencia. Mientras tanto, la mujer y el soldado tendrán que
conformarse con sus breves citas. Cemetery
of splendour, al igual que los otros filmes de Weerasethakul, posee un
aire plagado de misterio. Esto provoca que sus películas evoquen un sentido de
incertidumbre sobre qué es real o factible. Los personajes del tailandés, a
pesar de asociarse a lo que las tradiciones le dictan, no logran comprender del
todo dicha sabiduría. En adición a esto, dicha incertidumbre parece arrastrarse
también hacia otro ámbito que no se había percibido antes en la filmografía de Apichatpong
Weerasethakul. Al final de la historia, su protagonista principal mira atónita
hacia un paisaje. ¿Qué la ata a dicho asombro? ¿Es acaso esa incertidumbre por
ese amor, que va trepando al deseo sexual, o por lo que sucederá para cuando la
modernidad haya terminado de expandirse dentro de la comunidad? Lo primero ya
está respondido. Por lo segundo; la modernidad en Cemetery of splendour provoca suspicacia. Esta nunca había intentado
infiltrarse tanto dentro de ese contexto rural. El FBI, esposos en exportación,
la infraestructura a punto de ultrajar cementerios reales, niños jugando en lo
que será el nuevo territorio urbanizado. Son tal vez los primeros síntomas de
incertidumbre respecto a ese otro saber todavía desconocido.
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