La trama que se gesta
en la película de Charlotte Sieling es síntoma de una perversión que ha
madurado, aproximadamente, desde la década de los ochenta, temporada en que la
superficialidad y el arte fueron íconos de rentabilidad. En este filme los
personajes no son yuppies ni modistas, sino agentes del arte industrializado.
En The man (2016) el personaje de
Simon (Soren Malling) es una especie de “Andy Warhol” de nuestros tiempos. Al
menos en Dinamarca, el arte es equivalente a Simon, amo y señor de su propio
estudio en donde laboran los artistas más talentosos del ambiente. Aquí, sin
embargo, no existe la pugna por derrocar al director de esa orquesta. Es como
si hubiese una especie de dejadez de parte de toda esta compañía por que
permanezca Simon a cargo. Lo cierto también es que esa norma cambiará para
cuando entre en escena un personaje no invitado: el hijo de Simon.
Que quede claro que The man no aspira a convertirse en una
comedia dramática en donde padre e hijo se esfuerzan por recobrar el tiempo
perdido. Nada de eso. La película de Sieling podría coquetear con el
sentimentalismo, mas su intención es clara: esta es una historia llena de
egoísmo y muchos golpes bajos. La llegada de Casper (Jakob Oftebro) es la
piedra en el zapato para Simon. La hostilidad del hombre maduro es irreparable.
Poco le importa saber qué fue de su hijo o de la esposa que abandonó años
atrás. La presencia de Casper para el padre es una especie de intromisión a su
éxito y universo artístico. Lo irónico es que el joven, además de su presencia,
trae consigo su propio nombre. Él es “El fantasma”; muy conocido artista
grafitero en toda Europa. Es con esta evidencia que parece irse perfilando una
guerra fría.
Lo interesante en The man es el juego de relaciones, algo
que no solo se gesta entre padre e hijo, sino también entre estos mismos protagonistas
respecto a los secundarios. De repente, los protagonistas principales comienzan
a relacionarse con las mismas personas, y la rivalidad se hace implícita en la
trama. Por encima de esa competencia de carisma o simpatía, está también ese
enfrentamiento creativo. Es por este doble duelo que tal vez los personajes de
Charlotte Sieling lucen irreconciliables. Justo para cuando padre e hijo
comienzan a obtener química entre sí, algo acontece y el combate se renueva. The man podría resumirse en su final.
Simon y Casper en medio del escenario artístico descubren sin pudor sus rostros
perversos. Ambos son de la misma casta: frutos del canibalismo contemporáneo.
The man podrá ser vista hasta el 5 de febrero en la plataforma Festival Scope: http://bit.ly/2jD6SkA
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