Del 12 al 17 de mayo se estará presentando en el Centro Cultural de la PUCP el IX Ciclo de Cine Argentino. 6 películas seleccionadas, una por día. De la programación, no se pierdan El rey del Once, de Daniel Burman, que se proyectará el domingo. Aquí una crítica a este filme.
Ariel (Alan Sabbagh)
retorna contra su voluntad a Argentina y se reencuentra con el mismo panorama
que lo obligó a huir. Lo curioso de la película de Daniel Burman es que, a
pesar de esa “devuelta al barrio” de un hombre adulto, la historia no establece
la típica confraternidad o el reconocimiento al terruño cambiado, a propósito
de la larga ausencia. Es decir, salvo por una remembranza recurrente y un fútil
encuentro, no habrá un marco nostálgico o una reunión con los viejos amigos que
pueda experimentar su protagonista principal. Tal parece que la resistencia de Ariel
hacia su entorno natural surgió desde esa vez en que su padre eligió perderse
el desfile de su hijo por asistir a un funeral. He ahí el panorama que se ha
mantenido permanente y el que Ariel había evitado revivir por años; el de la
ausencia de un padre a cargo de una beneficencia judía. Casi a escala de un
financista de Wall Street, ni la llegada del hijo provocará el asomo del padre,
a quien no lo reconoceremos más que por el altavoz de un dispositivo celular.
El rey del Once (2016) inicia con una atropellada cámara en mano. Hay una
alusión a lo documentado, y es precisamente lo que se verá a lo largo. Burman
interna al espectador a una comunidad de judíos porteños, un mundo que por
cierto Ariel parece no comprender (o es que tal vez olvidó). De ahí cómo comenzamos
a comprender a este personaje a partir de la ignorancia de los ritos judíos y
la maña para ayudar a sobrellevar la fundación de su padre, quien no deja de
pedirle encargos y favores, mientras que Ariel no para de reclamar su presencia,
razón principal por la que vino desde New York. Sin embargo, el viaje le deparará
al hijo lo impensado. Daniel Burman crea un relato sobre las costumbres
innatas, aquellas que heredas y no eres capaz de renegar. En lugar de la
reconstrucción de un pasado, El rey del
Once (2016) se inclina por provocar a que este “extranjero” concilie con
sus tradiciones y las apropie a su presente. Una fábula en donde no solo se
crean lazos familiares, sino comunitarios.
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