José María Cabral
realiza una película de una trama convencional, pero que se distingue a
propósito de su contexto. Carpinteros
(2017) se adentra en el mundo carcelario de República Dominica y desarrolla una
historia de intenciones melodramáticas, sin necesidad de recurrir a la
problemática social o inclinándose a una mirada menesterosa, temas o mañas que
usualmente gestan los espacios penitenciarios. Julián (Jean Jean) al ingresar a
la cárcel, conocerá a Manaury (Ramón Emilio Candelario), un hostil reo que le
enseñará un código de señas. Sin premeditarlo, la llamada modalidad de
“carpinteo” lo arrastrará a una relación con Yanelly (Judith Rodriguez Perez),
una presa de la cárcel femenina, y pareja de Manaury.
Se inicia así una
serie de secuencias en donde los roces y la tensión entre los hombres se va
apilando, así hasta estallar a un clímax. Carpinteros
genera un alargue, que incluso muda a los protagonistas a un nuevo espacio,
regenerando las reglas carcelarias, mas conservando la porfía entre los
hombres. El “carpinteo” se echa de lado y la trama opta con prisa a preparar el
terreno para resolver un nuevo clímax nutrido de todas las situaciones y
recursos, tanto dramáticos como estéticos. José María Cabral dispone una
historia que apunta al gran público. A pesar de lo predecible, Carpinteros es admisible.
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