Andrés Lubbert toma de
la mano a su padre y lo conduce a despejar sus lagunas mentales ¿o es a
confesar el recuerdo en reserva? El color
del camaleón (2017) es un documental sobre la aclaración a algo que por
momentos luce una memoria arrimada al subconsciente y por otros al esfuerzo por
olvidar una temporada vergonzosa. Es el hijo que asume una postura desinformada
del pasado del padre, pero que ocasionalmente confiesa antecedentes, sospechas
y miedos, del historial de Jorge Lubbert, ciudadano chileno que para tiempos de
la Dictadura fue usado como instrumento de coacción para con los conspiradores en
contra del gobierno.
El color del camaleón despliega temas a debatir. ¿Es acaso culpable el que fue
obligado a ser cómplice de crímenes por lesa humanidad? Frente a esto, se gestan otras preguntas
respecto al indeterminado caso de Jorge Lubbert. ¿Hasta qué punto el método de
obligación pueda ser tan efectivo contra la ética personal? ¿Cómplice de qué o
hasta dónde llegó esa complicidad? Todo el documental parece estar atado a una ambigüedad
o no aclaración, tal vez producto de la poca claridad de la memoria o un
esfuerzo por mantener la integridad. ¿Cuál entonces sería la gran motivación de
este documental? ¿La necesidad del hijo por descubrir la identidad familiar o
una búsqueda por resarcir el delito?
Sucede que durante el
viaje mediante la indagación de los vestigios de esa complicidad, el director Andrés
Lubbert no deja de subrayar la presión por recordar que recae en el padre. Es un
hombre sufriendo por dentro, aunque sacrificándose a beneficio del conocimiento
familiar. No surge además la necesidad de plantear un arrepentimiento o mea
culpa por parte de este. El documental se posiciona en el retrato de una víctima
más; un hombre separándose de su terruño y su familia, el Chile que no ha
visitado en años, incluyéndose esa separación entre el hijo y su herencia sudamericana.
El color del camaleón es un viaje
personal que no deja de ser tema público, es decir, que va más allá del solo
conocimiento.
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