Una puerta que ha
estado cerrada por décadas es la premisa y metáfora de este documental. El otro lado de todo (2017) es un
panorama histórico de la ciudad de Belgrado, de la llegada del comunismo en
dicho país hasta su actualidad, ello contemplado desde un microcosmo: la casa de
Mila Turajlic. En el hogar de la directora, la historia de esa ciudad europea parece
englobarse. Dentro de la inmediación no solo permanecen los vestigios de la ex
Yugoslavia, sino que además vemos representados a los actantes y personajes
secundarios de su tránsito temporal; por un lado, los que reprocharon a los
gobiernos de turno, y por otro, los que los respaldaron. Ambos bandos, a fin de
cuenta, preservaron una sociedad sometida a una divergencia.
Desde que el comunismo
estableció la norma de que todo hogar perteneciente a la clase media debía de
ceder a una clase menor parte de su territorio, la puerta del otro lado no se
ha abierto. Una familia ajena a la directora ha vivido por siete décadas en el
cuarto del costado. Srbijanka, madre de la directora, desde los tres años no ha
visto abrirse esa puerta. Ella se ha criado bajo el sesgo de una nación
dividida, viendo a amigos marcharse por el solo hecho de pensar distinto. Se
entiende por eso el activismo político férreo que la mujer cobija hasta su
presente. Hay mucho de ella dentro de esta película. Sin embargo, El otro lado de todo solo pretende ser
una biografía a Srbijanka Turajlic, y es más una biografía a un país que, salvo
por la decadencia del comunismo, nada ha cambiado.
El documental de
Turajlic es también un filme en proceso. Mientras se van registrando los
indicios históricos a partir de los testimonios de la militante en cuestión, se
va manifestando además ciertas fugas dramáticas. Es la directora olvidándose de
ser la documentalista objetiva, y optando en su lugar a ser hija, la que
recrimina las “prioridades” de la madre. Más adelante, vemos a la madre, que no
deja de lado su rol político, y persuade a la hija a abandonar la abulia frente a los
acontecimientos sociales de su país. A propósito, es interesante cómo Mila
Turajlic continuamente registra los reflejos de los vidrios que duplican a las
personas, o a ella misma. El otro lado de
todo revela a una sociedad desdoblada de su realidad; cuestionando su entorno,
pero sin tomar acción.
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