Una película de buena
factura y atractivo comercial. Dome Karukoski no solo depende de la biografía
de Touko Laaksonen (Pekka Strang), artista icónico de la comunidad gay durante la
década de los 80, sino que además congrega una serie de cualidades que la hacen
estimable al ojo del público acostumbrado a la discursiva del cine en Hollywood.
Tom of Finland (2017) no se queda en
el homenaje póstumo a la figura homosexual. Es además un drama de época, el
testimonio de un héroe de guerra derrotado, un panorama de la post guerra que no
deja de generar sus modos de opresión, que ha calado un conservadurismo en las
familias promedio y engendró a una generación reprimida, todo esto bajo el
manto de una fotografía depresiva.
Es también una mirada
más allá de la representación homoerótica de los dibujos de Touko. Dome Karukoski
subraya la idea del arte como expresión o liberación. El artista, individuo
escindido en su propio entorno, convirtiéndose en motivación para otros igual a
él. Es una forma de resarcir a la comunidad desprotegida. Tom of Finland recorre cuatro décadas de manera imperceptible. Los
tópicos no son novedosos, sin embargo, la historia camina sin esfuerzo ni
dramatismo, a pesar del circuito pesaroso por el que se desplaza. Eso es lo más
atractivo del filme, en su ruta quedan los derrotados, los acallados y
anónimos, incluyendo la figura de la hermana, otra agredida indirecta de las
buenas costumbres.
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