El pesimismo y la
degradación son los estímulos en su historia. Un personaje en pleno divorcio
con su rol social nos da señas de su estado agotado y suicida. A su andar le acompañan
fondos musicales, en su mayoría descompasados al estado dramático del ebrio,
quien solo parece percibir en su cabeza que la
música ha terminado. Carlos Córdova nos enreda en una trama que no tendrá
claridad si no hasta que el discurso tome la palabra. Entonces el borrachín da
su aporte de “cordura” al público. Es su contrataque a las oratorias optimistas
o motivacionales, fundidores de fantasías emocionales, las cuales no han
resultado en el protagonista en cuestión, quien con despecho se deshace de su
vestimenta social y se entrega a la ruina, tal vez en su deseo obstinado por
inmolarse y servir de ejemplo del fracaso de los profetas progresistas. Abismos y sonrisas (2018) es un
ejercicio de depuración en cierta manera moralista al exigir la corrección y
subrayar lo dañino, por ejemplo, exponiendo a su antagónico al terreno
ridículo. Es una cuota de autoayuda a la inversa. Es también un proyecto de
apropiación de registros de un lado y de otro que al ser integrados ponen en
duda el concepto de su composición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario