Khalik Allah se
despliega por Jamaica y nos va registrando los rostros y los pesares de esta
nación. La resultante de este documental no está lejos del panorama de Harlem visto
en su Field niggas (2015). Salvo por
la naturaleza de la ciudad, de pronto no hay mucha diferente entre este bajo
fondo estadounidense y el contexto de Jamaica. La comunidad negra parece ser
igual allá o en el país caribeño. Las drogas, la prostitución y la miseria son
rutinas que no reconocen algún agente que la saquen de dicha situación. Así
como en su anterior filme, en este nuevo documental lo gubernamental no hace
presencia ni es mencionada. La realidad devastadora se denota por tanto como
una gangrena que no deja de propagarse. Lo cierto es que en su tránsito
callejero, Allah contrapone un optimismo. Ese es un punto vital de Black mother (2018), uno de los detalles
que lo diferencia de Field niggas.
En paralelo al retrato
dramático, Allah hace calendario de un suceso esperanzador, el embarazo de una jamaiquina.
Ese registro se convierte en el punto contrario a los testimonios cortos, en su
mayoría desoladores, de los personajes que posan para la cámara del director. A
ese gesto de la espera o nacimiento de la esperanza, le acompañan algunas
declaraciones que vitalizan el ánimo de una sociedad aguardando su
reconstrucción. Es la Jamaica que reflexiona y cuestiona en base a su historia
o su modo de crianza, hablando desde el título personal o desde sus creencias. Hay
una petición, un rezo por el cambio, por la redención. Ese es otro detalle que
la distingue de Field niggas. Claro
que desde una vista general, Black mother
(2018), además de redundarse por sí sola, parece transcribir lo ya expresado en
la anterior película de Khalik Allah.
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