Hasta el 23 de febrero, la plataforma de Festival Scope habilita una selección de películas presentándose en el Festival de Rotterdam. Pueden acceder a las películas por 4€ cada o 2€ por adquirir cinco películas o más.
Es a partir del estilo
de narración por el que opta este relato que podemos anticiparnos hacia el
propósito sensible del mismo y la naturaleza del propio protagonista. Bird Island (2019) narra la historia de
un refugio de aves que de paso se convierte en refugio para el personaje
principal de este documental –que no deja de privarse de una pauta ficcional–.
Antonin nos cuenta su llegada a este hábitat, sus funciones, sobre los otros
colaboradores, pero también nos introduce a sus pensamientos, la evolución de
su estado emocional, el significado, en principio, inapetente y después
trascendental de este su primer trabajo que tiene luego de una larga etapa de
postración. No nos queda duda que estamos tratando con un personaje frágil, y
lo cierto es que esa misma fragilidad está estimulada en el modo en que se
registra su oralidad. La narración en Bird
Island tiene el carácter y la intencionalidad de un diario. Las palabras de
Antonin no solo es un seguimiento a su rutina, sino también es una suerte de
confesionario.
Si nos remontamos
siglos atrás, a la línea de la tradición de la literatura francesa, el diario
hace escala de los cambios o evolución, sea positiva o negativa, de los
personajes. Por su lado, en Diario de un
cura rural (1951), el diario se interpreta como una suerte de puerta a la
conciencia del que la escribe. Es el sacerdote declarando sus “tentaciones”.
Dicho esto, la narración en primera persona del protagonista de Bird Island, que nos remonta a una
lectura de diario, cumple una doble función: el de línea de aprendizaje y de
efecto de depuración. En el transcurso de la película, vemos a Antonin
percibiendo los valores del oficio, habituándose, comprometiéndose, aunque no
dejando de expectorar esos momentos en que su tranquilidad se agita, pero sin
dramatismo. Anecdótico es el instante en que la narración se corta para representar
una recaída del personaje. Los directores Sergio Da Costa y Maya Kosa tienen
mucha sensibilidad para retratar lo dramático sin drama, como la formidable escena
en que una cámara térmica atestigua la evanescencia de una vida. Es la muerte
vista desde un filtro impasible. Es una nueva lección para Antonin.
Puedes ver la película por Festival Scope en este link: http://bit.ly/2RLKicT
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