miércoles, 26 de agosto de 2020

24 Festival de Lima: Blanco de verano (Competencia Ficción)

Una película de fuerza actoral. A propósito de las secuencias iniciales, la historia del director Rodrigo Ruiz define un vínculo especial entre una madre y su hijo a partir del acercamiento físico que bien podría asociarse a un complejo de Edipo. Blanco de verano (2020) consta sobre el desajuste de esa sociedad a propósito de la introducción de un tercer personaje. Desde que su madre le presentó a su “amigo”, la actitud de Rodrigo (Adrián Ross) ha comenzado a expresar un lado hostil que expurga fuera de casa y que contiene dentro de ella. Lo que veremos en el transcurso, será el incremento de ese conflicto interno que hasta cierto punto no será capaz de reprimir. Esta película mexicana hace esquema de un menor viendo a su madre renovando una nueva alianza amorosa y que, en consecuencia, comienza a experimentar una etapa de celos, un estado alucinatorio y nocivo que su dócil mente fabrica y es incapaz de corregir por sí solo.


Blanco de verano, desde los ojos de este niño de doce años, es un conflicto provocado por un menage a trois, en donde su posición afectiva privilegiada ante su madre peligra debido a la presencia del hombre que, además de haber invadido su espacio íntimo, ha arrebatado –o al menos así lo asume el menor– el amor materno que le correspondía. Ahora, desde una vista general, el conflicto de esta película deviene de la negligencia de los adultos imposibilitados en promover una orientación adecuada en el niño. Rodrigo se desquita, se fuga, destroza lo que encuentra a su paso; en respuesta, los adultos le pegan un grito, lo consienten o, en el peor de los casos, lo amenazan –“¡Te vas a ir con tu padre!”–. Es decir, los grandes promueven una evasión o una reacción insidiosa al problema que está al mismo nivel de la inmadurez del más chico, personaje desorientado, pensativo, que aguarda a que le lean la mente o descifren sus actos.

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