martes, 15 de diciembre de 2020

Estrenos pasados 2020: Tenet

A un paso de terminar el año, comienzo a comentar películas recientes de interés, sea las muy pocas proyectadas en salas fuera del Perú o emitidas en plataformas VOD, que en su momento de estreno no pude ver.

No estoy tentado en lo más mínimo de aventurarme a bosquejar las dinámicas de la física que rigen en la nueva historia de Christopher Nolan. Como sucede con algunas de sus películas, Tenet (2020) exige ser vista más de una vez para tener un dominio de la lógica que asume el tiempo y el espacio en su trama. Ahora, al margen de lo claro o difuso que pudieran ser sus teorías o posibilidades, desde una primera mirada salta a la vista un filme que sabe orientar la acción y el drama, y que además nos descubre un relato estimulante y muy inspirado en los antecedentes del espionaje internacional. Tenet trata sobre la misión de un agente encubierto que consta en averiguar el origen del tráfico ilegal de un armamento que expresa una alteración en su termodinámica originando que una bala se desplace en retroceso –se entiende por qué no me atrevo a profundizar en los conceptos de la física–. Claro que esto es apenas el principio o concepto introductorio de una realidad en donde las máquinas del tiempo y la alteración del espacio-tiempo son artefactos y actos posibles. Lo cierto es que también es el enganche enigmático de la historia, una pequeña dosis de ciencia que se irá complejizando y que además brindará un aporte visual.

Lo importante es que Tenet está en una fluidez constante. Nolan es un arquitecto para sincronizar los altos y bajos de su trama. El director se acondiciona a que haya una transición de acción frecuente, ello con el fin de digerir los incesantes acontecimientos que complican el principio de la historia o la misma teoría física que exige de todos los sentidos para asimilarla. Es un filme que si bien no admite parpadeo genera pausas mediante las escenas de lucha que se despliegan enérgicamente. Nuevamente, reluce el Nolan que despliegua una legión de extras bien sincronizados en escenarios abiertos o cerrados. Su escena de apertura recuerda algunas desarrolladas en The Dark Knight (2008), su escena de combate al aire libre ya lo había ensayado en Dunkirk (2017), mientras que la clásica pelea en Inception (2010) en una habitación en movimiento es superada en Tenet gracias a esa alteración de la termodinámica. A propósito, las mejores escenas de acción de Nolan –no solo en esta, sino en toda su filmografía– son aquellas que están a merced del tiempo y el espacio, ya sea provocado por el tic tac del reloj del Joker o un corredor que cambia su estructura a medida que la conciencia de un dormido va tomando las riendas.

Siguiendo con Inception, en la última película de Nolan también tenemos a un espía sorprendido porque alguien anticipando sus movimientos. Ahora, aquí es importante entender que no es suficiente una máquina del tiempo para dominar el tiempo y el espacio. Los enemigos que fabrica Nolan no son poderosos porque sí. Estos son astutos, saben reconocer con quien se están enfrentando, perciben el miedo de ese otro, leen su conciencia a tal punto que persuaden a su inconsciente. Dicho esto, el Joker no está muy lejos de la mentalidad compleja del enemigo que protagoniza Kenneth Branagh en Tenet. Es un magnate ucraniano, traficante de armas sin sentimientos que solo quiere crear caos en la Tierra. No es nada personal. Su codicia parece ser solo una pantalla. O sea, está en otro nivel de cualquier sujeto que se haya enfrentado a James Bond. Por otro lado, está el incorruptible. No será la clase de héroe que es Batman, pero, además de la “mascarada” que monta, el personaje que interpreta John David Washington camina también por la línea de la decencia. He aquí el punto que lo distingue del estereotipo del espía internacional. Por ejemplo, el protagonista de Nolan no es el típico casanova o genio en potencia. Ni se dará aires de galán y al parecer sabe tanto de física como nosotros.

En continuación con esa idea, no deja de ser curioso la diferencia de tamaños entre el personaje femenino que a medida que trasciende la trama irá creando una confidencia con el agente. Pienso en Tom Cruise usando zapatos con elevaciones para igualar en altura a su coprotagonista. Es solo una observación; Tenet parece desmitificar una serie de roles o definiciones en sus personajes, desde principales hasta secundarios. Hay equidad de género. No hay predominación de uno. Vemos además a mujeres asumiendo roles que incluso los mismos protagonistas no se lo esperaban. De igual forma, se percibe la multiculturalidad. Entonces, es como si la dirección hubiera recibido por anticipado el aviso de los cambios de los premios de la Academia. Aunque dicha iniciativa no sea una característica que sume o reste la calidad de la película, sí es imprescindible para la reforma de la Industria. Y claro que Christopher Nolan no precisa de trampolines coyunturales para llamar la atención del espectador. El talento del director es nato, y no solo es el esmero obsesivo por “comercializar” teorías físicas, sino también por crear una historia que cuenta con diferentes perfiles dramáticos. Tiene acción, tiene apuntes de comedia, hay melodrama. Tiene además un final emotivo –otra desmitificación al protagonista– sin ser manipulador como lo fue Interstellar (2014).

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