viernes, 2 de abril de 2021

Oscar 2021: Time y Colectiv

De entre la lista de cinco películas nominadas a Mejor Documental, Time (2020) es la menos estimulante, aunque no por eso la menos significativa. Al margen del interés social, el filme de Garrett Bradley tiene la ventaja de ser la única de las seleccionadas que atiende a un tema que está dentro de la agenda coyuntural. Pueda que de no ser por ella, además de los nuevos requerimientos asumidos por la Academia en referencia a dar prioridad a las producciones inclusivas, este documental haya sido pasado por alto. Lo que rescato de Time es que en gran parte es una recolección audiovisual que certifica el compromiso de toda una familia. No solo es la obstinación de Fox Rich pugnando ante la justicia por más de dos décadas, a fin de que se le reduzca la penalidad de cárcel a su esposo, es además la gráfica del marco familiar que evoluciona sin el padre de familia, siendo su ausencia un motor para trascender educativa, social y moralmente. El encarcelamiento del hombre entendido como una fuerza que motiva al desarrollo personal y fortalece el lazo entre los parientes. Ahí está la mujer que transitó de exconvicta a ser una defensora de los derechos de encarcelados afroamericanos o el hijo que no “conoció” al padre y se convirtió en abogado penalista.

Time es una película que se valora desde el plano de la humanidad, el vínculo familiar férreo que no cede a resignarse a la separación. Ahora, el problema es que esa recurrencia de lo emotivo despista detalles imprescindibles que permitan comprender la naturaleza de eso que Rich manifiesta como una desigualdad de derechos cuando se trata de un afroamericano en la cárcel. Garrett Bradley olvida o pasa por alto lo sustancial que es para el documental revisar la normativa penitenciaria. ¿Cuáles son esas medidas que segregan a los prisioneros afroamericanos? ¿Estas dependen o varían según el tipo de crimen o tiempo de encarcelación? Podemos imaginarnos estas desde un discernimiento o suspicacia generalizada, sin embargo, es competencia de la propia película poder describir estas incidencias a manera de sostener la demanda que pretende proyectar. De igual forma, no se aprovecha en profundizar la gestión judicial desde la experiencia de los demandantes. Apenas hay una secuencia en donde Rich conversa con una secretaria que pone en evidencia la inapetencia por canalizar su caso judicial. Lo resto es la insatisfacción de la familia hacia el sistema de justicia. Pero, ¿por qué no definir o describir el escenario a través de documentos o más situaciones como la de la conversación telefónica?

En un extremo contrario, está Colectiv (2019). El documental rumano dirigido por Alexander Nanau brilla por el rigor de su compilación informativa que, ciertamente, exige el caso. Aquí los héroes son Catalin Tolontan y el equipo de Gazeta Sporturilor –sin dejar de lado a Vlad Voiculescu, Ministro de Salud, equivalente a un Harvey Dent que nunca logra corromperse– encargado de investigar las causas de la muerte de más de 30 jóvenes tras un incendio en el club “Colectiv”. Lo que en principio figura como el escenario de una tragedia desatada por la negligencia de los organizadores, se desplaza a algo muy mayor. Así como All the President’s Men (1976) y Spotlight (2015), Colectiv es una muestra del ejercicio del cuarto poder en una condición solvente. Aparte, no puedo dejar de relacionar el trayecto de esta pesquisa con el cine negro. En este género un detective se compromete a resolver un crimen y termina adentrándose en una maraña de intrigas en donde reconoce obstrucciones, nuevas indecencias, más damnificados, embusteros o personajes con dobles rostros, el reconocimiento al escenario de una criminalidad organizada. Esta es básicamente la ruta que se establece en el documental. La chispa de la denuncia pública son las pruebas de que el hospital en donde fueron atendidos los heridos del incendio laboraba con productos de saneamiento que no cumplían con las pruebas mínimas. En razón, los pacientes fallecieron no por consecuencia de las quemaduras –algunas de estas no críticas–, sino ante la infección provocada por los utensilios infestados de bacterias. ¿Quién tiene la culpa? Sabemos que el proveedor de estos productos es solo un germen en medio de la carne putrefacta.

Colectiv es un panorama de la corrupción supurando en el sistema de salud en Rumania. Tolontan y los otros detectives serán los encargados de desmantelar qué tan arraigado está el hábito del cohecho en los hospitales de la nación en cuestión. Los hospitales son reconocidos como ámbitos que sostienen los paraísos fiscales de grandes empresarios, espacios de pugna entre médicos y enfermeros dispuestos a brindar la mejor apuesta por la oficina o sala más lucrativa. Es decir, servidores públicos y civiles privilegiados se costean ilegalmente a costas de la salud de las personas. Ahora, lo alarmante de esta situación es que vamos viendo cómo a raíz de las denuncias se suman otras más. Por un lado, era de esperarse que se vendría una marea, pero no deja de ser mortificante cómo es que se forma una fila de personas que se “cansaron de callar”. El documental de Alexander Nanau pone al descubierto a toda clase de gérmenes del sistema, desde los más chicos hasta los más grandes, siendo estos últimos los invisibles e intocables. La intromisión del partido socialdemócrata en la escena, y cómo este ejerce una defensa populista negligente para “sanear” sus infracciones, es una retrospectiva histórica rumana dada la vigencia de esa política arcaica y nociva. A este punto podemos fantasear con una versión en ficción próximamente relatada por Radu Jude o Corneliu Porumboiu, directores que retratan el pasado rumano para poner en evidencia la tradición de un sistema que aparenta desarrollo, moralidad y compromiso, cuando es todo lo contrario. Colectiv es un filme que canaliza a un sentimiento de impotencia. Es de lejos la mejor entre las nominadas a Mejor documental.

Se puede ver Time en Amazon Prime y Colectiv en HBO Max.

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