miércoles, 18 de agosto de 2021

25 Festival de Lima: Noche de Fuego (Competencia Ficción)

Del 19 al 29 de agosto se realizará una nueva edición del Festival de Lima de manera no presencial. Comienzo a publicar críticas de sus películas programadas.

En su primera incursión a un relato ficticio, la directora Tatiana Huezo no desatiende a los testimonios femeninos sobrecogidos por la violencia. Noche de fuego (2021) se asienta en una comunidad rural mexicana capitaneada por el narcotráfico. Así como varias películas que abordan el crimen organizado provocado por el comercio de drogas, no vemos que se apunta a la violencia armada como única consecuencia de este conflicto interno. La inmigración, la explotación laboral infantil, la pobreza y el estancamiento educativo son algunos de los síntomas de esa agresión sistemática, efectos que se ven representados en el filme de Huezo. Pero en medio de toda esa serie de achaques sociales, el que más le importa contemplar a la directora es el de la violencia sexual que recae en las menores. La historia inicia con una niña y su madre escarbando desesperadamente la tierra con sus propias manos a fin de crear un escondite ante los narcos. El acto de ocultarse será una suerte de rutina que indirectamente desconfigurará la naturaleza femenina de la protagonista y de otras niñas iguales a ella. En tanto, se devela cómo una estrategia de salvamento es escudo que daña por su reverso.

Noche de fuego, a vista general, nos describe a un poblado conviviendo con el miedo. Uno nunca sabe cuándo vendrán los narcos a hostigar a sus pobladores o llegar por sorpresa exclusivamente para secuestrar a sus niñas. Estamos hablando de una sociedad adulta que habita constantemente con un sentimiento de incertidumbre. A ello, se establece una perspectiva un tanto contraria. Huezo nos orienta a asimilar su argumento desde la vivencia de las generaciones pequeñas. Sus personajes principales son un trío de niñas; en tanto, el espectador observa este panorama dramático desde un filtro de la inocencia. Mientras que los adultos viven subordinados a la tensión, las niñas juegan según sus curiosidades naturales. Ellas crean su propio juego con sus propias reglas, seleccionan su espacio de diversión, se maquillan, crean sus fantasías, se reconocen unas a otras. Ellas están construyendo su identidad. Todo eso se frustra cuando una niña de su comunidad es raptada. Con ello se inaugura la estrategia para camuflar a las pequeñas. Para las madres es un modo de defensa, pero para las niñas es una experiencia que va en contra de sus fantasías o su misma naturaleza.

En complemento con el refugio que únicamente entra en función cada que los narcos sorprenden a la población, Huezo enumerará otras estrategias más recurrentes al ser parte de la cotidianidad de las niñas, tácticas que merman contra su manera de percibir el mundo, su imagen y su cuerpo. Claro que todas esas prácticas resultan ser un medio para que sobrevivan las niñas, ¿pero a costa de qué? Noches de fuego parece describir los hábitos sociales que recaen en las menores en cualquier escenario a propósito de su género. No hay necesidad de asentarnos en un contexto en donde existe el narcotráfico para contemplar una realidad en la cual las niñas son acosadas o ultrajadas, lo que obligaría a muchos padres a restringir hábitos o apariencias en sus hijas, cuando más bien el problema radica del exterior o de quien coacciona ese acto violento. En la película de Huezo, estamos hablando de adultos que no se concentran en erradicar el mal, sino que en su lugar imaginan las maneras para esquivar el problema a cuestas de un adiestramiento que va contra la naturaleza de las infantes, algo que las obligaría a percibir costumbres que atentan contra su libertad o a mirar el mundo de una manera instintiva y no racional.

Es por esa razón que sería impreciso se determine el filme de la mexicana como un coming of age, ello a pesar de que vemos a las niñas trepar la etapa de la adolescencia, pues eso no implica que estamos tratando con menores madurando en base a sus propios propósitos o perspectivas personales. Estamos ante un caso de vidas creciendo bajo una serie de restricciones. ¿Se podría hablar de una maduración “normal” dentro una realidad que te obstruye? Noche de fuego, definitivamente, se esfuerza por perfilar a adolescentes que van generando una conciencia sobre su identidad, pero no deja de ser una percepción parcializada. En efecto, en varios puntos de la película una de las menores demanda en favor a la libertad de su imagen, reclama no se observe su ciclo menstrual como un gesto incorrecto o se le prive de la libertad pública; sin embargo, es solo la reflexión desde una perspectiva natural o adolescente, y no tomando en cuenta la realidad social, aquella que los adultos se niegan a comunicar. Noche de fuego, en cierta medida, hace una crítica a los mecanismos sociales que ni si quiera ayudan a erradicar a la violencia sexual —que no es exclusiva en un escenario del narcotráfico—. Adicionalmente, hay una alerta a la postura pasiva de sociedades que son parte de la producción de las drogas ilegales con el fin de sobrevivir. Claro que fuera de lo representado, son varios los responsables y los problemas que incentivan al conflicto.

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