Un repaso al cine y la constante ejecución de un lavado de cerebro, especialmente desde los platós de Hollywood, el cual persuade a reconocer a la mujer como un objeto sexualizado. Brainwashed: Sex-Camera-Power (2022) hace un primer plano a la conferencia dictada por Nina Menkes, una de las paladines del cine feminista, titulada “Sex and Power: The Visual Language of Oppression” y dictada hace unos años atrás en el Festival de Cannes, y que a su vez se inspira en la teoría de la “mirada masculina” (male gaze) difundida por Laura Mulvey, crucial crítica de cine, ya insinuada desde su artículo “Visual Pleasure and Narrative Cinema” publicado a principios de los 70. En síntesis, Mulvey y Menkes están de acuerdo de que la industria del cine ajusta su lenguaje cinematográfico para beneplácito de la mirada masculina. Es decir; la luz, el movimiento de cámara (o la ilusión), los planos y demás recursos técnicos se ponen de acuerdo para prefabricar a una mujer vista como objeto. En tanto; el hombre se convierte en el único sujeto del escenario y, en consecuencia, es él quien “consume” y goza del objeto o la mujer. La alusión a una ideología patriarcal es obvia. El cine está hecho para los hombres, y las mujeres son una mera carnada a la que además de sexualizarla se le asedia con una serie de convenciones.
martes, 29 de marzo de 2022
CPH:DOX 2022: Brainwashed: Sex-Camera-Power (Highlights)
Brainwashed sigue por momentos una
discursiva del videoensayo. Frecuentes son las proyecciones de secuencias
fílmicas por diversos directores en toda la línea del tiempo que sirven de
ejemplos en la idea de que el hombre siempre está a la mira o acoso de alguna
mujer. En todas esas secuencias, vemos en plano difuso a la mirada masculina y,
en contraparte, a una mujer en primer plano, siendo deseada, observada desde lo
lejos, seguida por uno o dos, o rodeada por otras miradas masculinas, ella
siempre representando carnalidad, y no solo desde su vestuario, sino porque la
misma cámara la fragmenta o reduce a un torso, piernas, ojos o boca, la hace
además comúnmente pasiva, frágil o dispuesta a ceder a la “caballerosidad”
salvaje de sus acosadores. Es toda una tradición universal fílmica la que ha
estado ante nuestros ojos y lo sigue estando. Entonces, decíamos, Menkes opta
por una discursiva del videoensayo, y también estructuralmente. Hay una lista
de puntos que nos ayudan a reconocer a esa mirada masculina, las cuatro ya
resumidas hasta el momento. La última, el de la “posición narrativa”, aunque
está fuera de la ficción, es la más esencial a cuestionar, pues es a partir de
esta que nacen esas raíces difíciles de podar.
A veces caemos en este error de
separar la ficción con la realidad cuando se trata de evaluar una ideología o
cuál es la política de una película. Detrás de toda ficción, está pues un
ejecutor creativo. Menkes responsabiliza a la industria como los ejecutores de
ese lenguaje lascivo que cosifica al sujeto femenino. La narrativa fílmica no
nace sola, sino se crea mediante signos, patrones, estos se repiten o divulgan
e instruyen, y están acondicionados o consentidos por la industria. Brainwashed
hace una reflexión sobre un aleccionamiento amoral. El cine enseña a que las
mujeres sean vistas como un pedazo de carne e, indirectamente, está
normalizando una conciencia del asalto o abuso sexual. Gran parte de las tramas
del cine de Hollywood en su época dorada eran sobre hombres domando o
aprendiendo a domar a las mujeres. Sunrise (1927), Bringing Up Baby (1938),
Gone with the Wind (1939), A Streetcar Named Desire (1951), River
of No Return (1954), Vertigo (1958), casi todo el cine negro de esa
temporada. Tantas célebres películas han sido difusoras de hombres tomando por
los brazos a las mujeres para besarlas, y ellas resistiéndose, pero luego respondiendo
con aceptación, o, quien sabe, resignación. Es la cultura de la violencia
sexual, el de la apropiación de “algo” al que no se le identifica como sujeto
al negársele el derecho a la negación.
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