En Le Quattro Volte (2010), el director Michelangelo Frammartino nos acerca a un terruño de la tradicional Italia, un espacio no solo apartado, sino que además evidencia un sesgo decadente. En esa historia sin diálogos, personajes sin nombres propios, rituales cada vez menos asistidos, se percibe el retiro de algo. Toda una comunidad y sus miembros se ven expuestos al olvido. Es el fin de eso que Pier Paolo Pasolini llamaba la esencia italiana: las tradiciones de las provincias. Mediante un filtro poético, Frammartino define cuatro personajes que cumplen su ciclo de vida. Claro que no son los casos de ciclos renovables, sino que se extravían, se derrumban, se extinguen o solo queda cenizas de estos. Es su forma de decir cómo es que un país ha dejado atrás un espacio idílico. Esto se replantea en su última película. En Il buco (2021), también percibimos esta agonía del escenario rural. Lo que un día fue el espacio de retiro por excelencia, en esta nueva historia el visitar una meseta de Calabria es razón para emprender una expedición al pasado. Inspirado en una excursión que aconteció en los años 60, Frammartino aprovecha ese encuentro entre un grupo de espeleólogos y una comunidad rural para bosquejar la divergencia entre esos dos mundos que, hasta el día de hoy, habitan en una misma realidad, pero a la vez parecen ser ajenos a propósito de sus culturas correspondientes.
martes, 7 de junio de 2022
XIII Festival Al Este: Il buco
El ingreso de los científicos a
las inmediaciones de la provincia es equivalente a un viaje al tiempo. La inmersión
a ese hoyo no inicia con el adentramiento a las cavernas, sino con la entrada a
ese pueblo que en sí es un hoyo poblado por una comunidad reducida, en su
mayoría, compuesta por ancianos que siguen ejerciendo esos rituales propios de
la vida del campo, a pesar de que, en las afueras, allá en la ciudad, la
modernidad está en pleno apogeo. Aquí vale hacer remembranza una vez más a
Pasolini, tal vez el más iracundo crítico de la modernidad o el consumismo,
como él llamaba, práctica que no solo corrompió y estupidizó a la sociedad
italiana, sino que además le arrancó lo mejor que tenían. Pasolini era un
ferviente fanático de las tradiciones, tanto en la práctica de sus tradiciones como
en la preservación de las variantes idiomáticas propias de cada pueblo.
Frammartino, en su nueva película, parece evocar las posturas del ideólogo
italiano, aunque sin ánimo de crear un señalamiento directo a la modernidad. Atención
a ese grito que ejecuta un pastor de ganado. Es una idiomática que evidenciará
una trascendencia a pesar de su incuestionable mortandad. Frammartino le hace
justicia a esos rituales tradicionales que provocan una sensibilidad particular
y apacible, y que a su vez se anexan al entorno. Los habitantes podrán pasar al
retiro, pero su espíritu flota en el ambiente.
Il buco, de igual forma que Le
Quattro Volte, descubre ese aire mágico, lírico, pero que también
manifiesta una decadencia que a veces no se percibe de cerca. Los grandes
planos generales que reitera el director italiano descubren una manta nubosa
que esconde a este paisaje que descansa en una hermosa zanja geográfica. Dentro
de ella, está el hueco. Ese hoyo al que los espeleólogos van a descender. Ellos
van en busca de esos minerales que cumplirán una función de fuente histórica,
sin darse cuenta de que es la misma población a la que han llegado una fuente
histórica viviente. En la vida de esa comunidad tradicional está el pasado o lo
que está por convertirse en tal. Siendo la década de los 60, lo tradicional
todavía era perceptible o hasta cercano, una antípoda de la realidad citadina, la
cual veía en su contraria una motivación para desarrollarse más a fin de
olvidar eso que se interpretaba como arcaico. Lo curioso de toda esta ficción
realizada por Michelangelo Frammartino es que si se omite la idea de que se
está representando una expedición que aconteció décadas atrás, Il buco
podría interpretarse como un documental actual. Basta llegar a cualquier comunidad
apartada de la ciudad, un espacio en donde el “desarrollo” no ha llegado, para
encontrar una cultura agónica.
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