La rutina de un adolescente asume un vuelco emocional luego de un fatídico evento. En Le lycéen (2022), Christophe Honoré se inspira en sus vivencias personales para descubrirnos el duro proceso de asimilación ante la muerte de un ser querido para una persona en plena formación de su identidad. Lucas (Paul Kircher) está en su último año de secundaria y ya tiene expectativas para su futuro. Estamos ante el ejemplo de un adolescente abierto a las nuevas experiencias, desasociado de las etiquetas o cualquier rastro de conformismo u arraigo. Esto no resultaría peligroso de no ser por el advenimiento de la trágica muerte de su padre —significativamente encarnado por el mismo director—. Entonces, es frente a esa situación que dicha personalidad se torna peligrosa. De pronto, lo que en una circunstancia habitual resultaría ser un comportamiento que expresa vitalidad, en un ambiente funesto se torna un efecto autodestructivo. Se reconoce así la historia de un adolescente que ha perdido su brújula en todo ámbito. El problema es que es casi imposible percibir ese conflicto interno dado su antecedente de persona impetuosa, carácter muy propio de su edad. Lucas es una bomba de tiempo que sonríe por fuera, pero por dentro está gritando.
sábado, 10 de septiembre de 2022
TIFF 22: Le lycéen (Contemporary World Cinema)
En ese sentido, Honoré extermina alguna
idea de recrear un coming-of-age, etapa apropiada para este estudiante a
vísperas de concluir la escuela secundaria. Sucede que cualquier iniciativa o
esperanza de madurez en el protagonista se ve frustrada consecuencia de la
obstrucción personal. Lucas es como un proyectil imparable que reacciona por
inercia. A donde va o con quien se cruza, va provocando daño hacia él mismo y
hacia los demás, y es en ese trayecto que hay una imposibilidad de reflexión,
no hay consciencia o derecho a redimir eso que hace por impulso. Lucas no
aprende, aunque tampoco desaprende. Se encuentra en un estado de anulación, en un
piloto automático. Todo ello se descubre en un escenario invernal, en gran
parte, en una París que el chico reconoce por primera vez, pero que,
curiosamente, no manifiesta en él una embriaguez estimulada por esa fantasía
tradicional que representa la ciudad. A los ojos de Lucas, esta es una París
sin magia, sin personalidad, un lugar que podría ser cualquier otro. Es
prácticamente una referencia similar a la que experimentan los derroteros de
migrantes recién llegados a ese “lugar de las oportunidades”. Es decir, la anulación
de la percepción de Lucas es tanto emocional como espacial.
Le lycéen expone entonces una fractura
psicológica a partir de la experiencia de Lucas, lo que mal podría confundirse
con el síntoma de la rebeldía adolescente. Vemos así al hermano o la madre
malinterpretando las actitudes o decisiones del menor de la familia. Ahora, lo
importante es también considerar que ello no implica se está ejemplificando un
juicio o crítica hacia adultos negligentes. Si bien Lucas es el centro del
drama, cada miembro de su familia, los otros deudos, cargan y sobrellevan a su
manera su propio luto. Christophe Honoré no deja de hacer apunte a cómo la
muerte, dependiendo la persona, sus condiciones de vida, edad o proximidad que
tuvieron con el fallecido, proyecta una reacción distinta y propia. Por lo
tanto, nadie es culpable de desinterés hacia el otro miembro. Estos conflictos
posteriores a la pérdida son parte de las consecuencias de una tragedia
familiar. Le lycéen es una película que observa y grafica con mucho
cuidado esos puntos ciegos luego del evento trágico. Estas son olas que vienen,
se retiran y en algún momento podrían regresar con mayor brusquedad que la
última vez. Y, claro, como toda tempestad, hay un momento en que se descubre la
calma.
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