Uno de mis recuerdos cinéfilos más memorables durante la Pandemia fue el programa propuesto por la edición del 2021 de LongShots de la BBC. Recuerdo haber visto The Letter (2019), un impresionante documental keniano realizado por Christopher King y Maia Lekow. Este relataba la historia de un nieto retornando a su lugar natal luego de enterarse de que su abuela había sido acusada por sus propios familiares de brujería. Es a propósito de esta situación que los directores me pusieron al tanto del desesperante panorama que estaban sufriendo personas, principalmente mujeres, procedentes de diversos puntos del continente africano. Hasta la actualidad, se está viviendo una oleada de falsas acusaciones de brujería. Al menos en Kenia, tras esas denuncias, existe un interés político y económico. Líderes religiosos, los llamados chamanes, robustecían su legión de seguidores dentro de su sector mediante el acto de señalar y acusar a supuestos endemoniados; en tanto, ciertas familias se beneficiaban de esas acusaciones al adueñarse de los terrenos de las brujas o brujos que eran ajusticiados ilegalmente por alguna turba iracunda. Aunque parezca ficción o cosas del medioevo, del 2000 en adelante, África presenta un gran número de casos de personas humilladas, golpeadas y hasta quemadas públicamente. Este conflicto es el que se representa en Augure (2023), ópera prima de Baloji, director que es más conocido en tierra belga por su música. Como detalle curioso, la directora de The Letter es también una conocida cantante de origen africano.
lunes, 22 de mayo de 2023
Cannes 2023: Augure (Un Certain Regard)
En Augure, también el
protagonista retorna a su terruño, una comunidad rural en la República de
Congo, a fin de atender un asunto familiar. Junto a Koffie (Marc Zinga), le
acompaña su prometida, una mujer belga. Es fundamental su presencia. Diríamos
que la llegada de la joven a este escenario dominado por los rituales
chamánicos es una realidad estresante para ella. Podemos entonces hacernos idea
de lo que siente Koffie, un hombre que reniega de todo ese escenario
mágico-fraudulento, pero a pesar de ello es el imaginario de su familia, por
quienes no deja de sentir un profundo respeto. Hay un código férreo del vínculo
filial en la tradición congoleña. Es algo que Koffie no desea romper. Sería
como autodestruirse. Es por eso ha retornado a presentar su dote como parte de
un ritual tradicional de la familia. Lastimosamente, sucede algo imprevisto, y
Koffie será una de las tantas víctimas del ostracismo luego de ser calificado
como un demonio o brujo. Pero hay más. Baloji va introduciéndonos otros
personajes, no necesariamente acusados de brujería, sino demás afectados por
las políticas chamánicas. Hay una historia muy particular de un adolescente de
la calle, jefe de una collera de “bailarinas” que hacen tributo a un ser
querido del líder. Es por esta historia que el director de origen congoleño se
filtra en las filas de los directores nóveles a seguir. Aquí se encuentran el
cine de terror, el serie B, las películas de pandillas, los cuentos de hadas,
la estética de los videos musicales; pero siempre ejerciendo una denuncia hacia
esa realidad que destruye los pensamientos individuales y prevalece el
pensamiento colectivo y caduco desde la preservación del vínculo familiar.
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