He aquí una hermosa ironía. La vida vampírica de Sasha (Sara Montpetit) sería normal de no ser por un conflicto moral que de hecho atenta contra su naturaleza biológica: ella “sufre” de empatía hacia los humanos. Obviamente, esto la incapacita a atacar a su presa para succionarla, lo que equivaldría a morir de hambre. En efecto, todo vampiro fue humano y pueda que en algún punto de su inconsciente se albergue un rastro de compasión hacia la especie que le sirve de alimento. Ahora, la familia de Sasha se las ha ingeniado para que la hija pueda tomar su ración de sangre necesaria a fin de preservar su inmortalidad por décadas, siglos y así sucesivamente. Muy a pesar, ahí no queda zanjado el asunto. Ciertamente, hay una incomodidad en el aire. Esto tiene que ver con el peso de una tradición. Es importante concientizar dicha molestia para comprender a dónde quiere llegar la alegoría que Ariane Louis-Seize expone en su ópera prima. Lo que le afecta a Sasha es también el tradicionalismo. Su familia está preocupada por ella. No es que les acompleja el que otras familias de su abolengo hablen mal de su hija a sus espaldas. El problema -pues así lo definen- es que no es normal que una vampira de su edad siga tomando en “biberón” su sangre en lugar de succionarla desde el cuello de cualquier víctima como todo vampiro. Dicho esto, tenemos a una adolescente pensando diferente a su familia, la cual interpreta ese pensamiento como un signo de rebeldía. Este es el caso de una incomprendida.
lunes, 11 de septiembre de 2023
TIFF 23: Humanist Vampire Seeking Consenting Suicidal Person (TIFF Next Wave Selects)
Vampire humaniste cherche
suicidaire consentant (2023)
es una divertida comedia vampírica que se alimenta de sangre, pero sobre todo
de los complejos que nacen en escenarios familiares y sociales ante la
intervención de personalidades que no van al ritmo de la mayoría. No es una
película de rebeldes, sino de víctimas del conservadurismo y el acoso. Es una nueva
mirada humanizada a la figura del vampiro, orientada por un humor que por
momentos me recuerda a What We Do in the Shadows (2014) y una
sensibilidad hípster como la que se percibe en la no vampírica Submarine
(2010), a propósito de la elección ecléctica de su soundtrack y el
comportamiento raro, aunque entrañable, de sus protagonistas principales. Sasha
conocerá Paul (Félix-Antoine Bénard), un retraído muchacho con impulsos suicidas.
Ellos reconocerán en el dilema del otro la oportunidad de establecer algo así como
una relación simbiótica. Sasha podrá “ser” una vampira sin atentar contra su
conciencia, mientras que Paul podrá finiquitar su existencia sin asistir a su
propia mano. Ariane Louis-Seize bien podría haber realizado una película sobre
la educación y el respeto a la diversidad del pensamiento y la personalidad,
pero, a pesar de su comedia, hay algo trágico y pesimista en su relato. De ahí
por qué no puedo dejar de pensar en dos historias terroríficas con una profunda
moralidad ambigua: Rohtenburg (2006) y Let the Right One In (2008).
Los conflictos de ambas se representan en Vampire humaniste cherche
suicidaire consentant y además derivan a un cauce entre romántico y grotesco.
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