sábado, 2 de septiembre de 2023

Venezia 80: Dormitory (Orizzonti)

Un coming of age en claroscuro. Ahmet (Doga Karakas) es un alumno más en una escuela privada de prestigio en Turquía. Como todo adolescente, se encierra en sus pensamientos, curiosidades y fantasías. Eso hasta después del horario de colegio, pues a mitad del día, tendrá que cancelar todas esas ideas para simplemente acondicionarse a un modo de pensamiento que se le está imponiendo. Yurt (2023) se contextualiza en la década del 90, tiempo en que se gestó una amplia brecha entre religiosos y seculares. Desde su independencia, Turquía se definió como una nación secular. Actualmente, mediante el mandato del presidente Recep Tayyip Erdogan, se está promoviendo la religión estatal, lo que impulsaría un estado musulmán. En respuesta, parte de la sociedad cuestiona el proceder del gobierno, lo que ha provocado una ampliación de la brecha mencionada. Dicho esto, resulta significativa la ópera prima de Nehir Tuna. Ahmet, el adolescente que es obligado por su padre a vivir en un “yurt”, o claustro de aprendizaje de la religión musulmana, sería una proyección de la frustración sentida por el ciudadano promedio en la actual Turquía, presionado a seguir una educación ultraconservadora y que claramente merma su libertad de expresión y pensamiento. Esta es una película que hace un panorama de las secuelas de una imposición ideológica.

Un detalle importante que notar es que la película precisamente no sataniza a la práctica musulmana o que la represión de creencias radica necesariamente de esa costumbre religiosa. En una secuencia, Ahmet tendrá que ingresar raudamente al yurt dado que una protesta secular iracunda aguarda en la entrada del local. ¿Es que lo ideal no es una sociedad que viva bajo la democracia de pensamientos? Si bien esta historia no deja de anunciar los adiestramientos severos y hasta violentos procedentes del círculo musulmán y, en tanto, Ahmet, sintiéndose agredido mental y físicamente dentro del yurt, fuera de esa inmediación el adolescente tampoco se siente cómodo, ello debido a que la sociedad turca secular modelaba un pensamiento colectivo que postergaba a la religión musulmana en un sentido a veces arbitrario. Es decir; de pronto Ahmet es un ajeno a sendos espacios. En cierta perspectiva, él es un infiltrado tanto en su colegio como en el yurt. Ahmet es una víctima de la brecha ideológica. Obviamente, no experimentaría de ese conflicto de identidad de no ser por la orden del padre, un hombre rico que reconoció una simpatía hacia la religión musulmana y decidió “poner como ofrenda” a su hijo. He ahí el origen del conflicto de la brecha social y la frustración de Ahmet, y de paso de la actual Turquía: hay una negligencia paternal/estatal que ha generado la división de una nación.

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