Los primeros minutos de la ópera prima de Delphine Girard me recuerda a The Guilty (2018), tensa película danesa que consta básicamente en un oficial de policía atendiendo con perspicacia una particular llamada de emergencia. Aquí también tratamos con una mujer que se las ingenia para hacer un llamado de alerta al 911 sin despertar la sospecha del presunto secuestrador quien se encuentra cerca de ella. El hecho es que en esta película belga la receptora de la llamada, ciertamente, carece de una agudeza para lidiar con ese tipo de improvisación. Ahora, pueda que esa deficiencia no tanto tenga que ver con la destreza de la oficial. Posiblemente, la mujer que atiende este tipo de auxilio se está dejando llevar por las emociones que emite la desconocida que está del otro lado del teléfono. Percatarse de este detalle será esencial para comprender por qué los protagonistas de esta historia se comportan ante la situación de tal o cual manera. Quitter la nuit (2023) narra la historia de Aly (Selma Alaoui), una mujer que ha denunciado a Dary (Guillaume Duhesme) por violación y secuestro. Hay una detención y un juicio pendiente, pero en medio muchas interrogantes. Sucede que los implicados nos niegan la información vital de lo que aconteció, y, en su lugar, nos obligan a dudar o cuestionar sus acciones y actitudes.
miércoles, 6 de septiembre de 2023
Venezia 80: Through The Night (Giornate degli Autori)
Esta es una película inteligente.
La directora sabe que el reservar el testimonio de Aly o Dary abrirá la puerta
de las interpretaciones, lo que implica el filtrado de posibles prejuicios.
Estamos ante el caso de una denuncia de abuso sexual en tiempos en que se está
concientizando la no normalización del acoso del hombre hacia la mujer y,
asimismo, se han gestado casos de mujeres sacando ventaja de ese escenario. Por
tanto, no es de extrañar que el espectador se vea tentado a dejarse persuadir a
que cualquiera de esas dos sendas pueda corresponder a la pugna entre Aly y
Dary. Pero cómo afirmar cuál es la situación que corresponde si ambos no
“colaboran” a seguir con el protocolo, sea aportando detalles previos a la
detención o completando el examen médico pertinente para sostener la denuncia. En
su lugar, tenemos antecedentes que alimentan correspondientemente una imagen
discordante. Por un lado, Aly es la denunciante y madre recién divorciada que
tiene relaciones furtivas con otros hombres. Por otro lado, Dary es el
denunciado y bombero que tiene un carácter reprimido y violento. Es una balanza
que no hace más que mecerse, eso a pesar de que a medida que transcurre la
etapa judicial, vamos viendo algunos flashbacks de lo que aconteció la
noche de la denuncia.
El drama de Quitter la nuit
depende mucho de la deducción personal, aunque es seguro que hasta cierto punto
ese cálculo bien podría trasladarnos a la arena de la brecha de género. De
pronto, vemos a Aly que cuenta con aliadas, mientras que Dary parece no tener
un respaldo en concreto, pues su única “aliada” visible parece insegura de su
defendido. Incluso el modo cómo expone Girard al círculo de Aly trasluce un
ambiente conspiratorio, como si las mujeres tuvieran algo entre manos, tal vez
algún pacto que está al margen de la jurisdicción de la denuncia. A eso suma la
intervención del personaje del principio, la mujer que atendió a la llamada de
denuncia de Aly, pero poco o nada tiene que ver en el asunto. ¿Estamos ante el
caso de una alianza acondicionada por el género y que pasa por alto los hechos
tangibles? Capaz sea eso lo que quiera hacernos pensar Delphine Girard al
exponer una situación que pone a prueba nuestro juicio, el cual, habitualmente,
pasa por alto detalles como el shock que padecen los implicados de una
denuncia. Es una interpretación que, definitivamente, depende de una empatía
emocional y no de los antecedentes o testimonios. De ahí por qué resulta
importante tomar en cuenta cómo es que una persona capaz en su oficio pueda a
veces desequilibrar su desempeño producto de la empatía hacia una víctima que
bien podría recordarle una situación vivida.
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