viernes, 6 de agosto de 2010

El origen (o Inception)


El “director” en su laberinto
Christopher Nolan, luego de haber reivindicado al “Caballero de la noche”, toma por asalto una vez más la temporada de verano en Estados Unidos, para demostrar como un filme de tan alto presupuesto como El origen (recurrente de acción y esa moda sci-fi), intenta escapar de ese velo o estereotipo clásico de las “películas hollywoodenses”, comunicando al público y a las industrias, no es “otra tonta película de verano”.
Antes que nada, fueron diez años los que Nolan se ha valido para finalizar el guión de El origen. Una vez más, el director británico toma en serio su labor de “arquitecto” fílmico, pues así como la mayoría de sus anteriores filmes, Nolan, más que una linealidad narrativa, sigue una complejidad narrativa. El estilo de ir narrando los sucesos o ir describiendo a los personajes dentro de sus películas, son una necesidad que el director se vale para no dejárselas fácil al espectador. El origen, a diferencia de sus anteriores filmes, posee una trama, ya de por sí, complicada. A esto se agrega su estilo narrativo, casi como un Vargas Llosa, insertando una nueva historia dentro de la historia planteada.
Cobb (Leonardo DiCaprio) es un usurpador de ideas. Es un mundo donde existe un grupo de personas capaces de entrar a los sueños de la gente, para así poder conocer sus más grandes secretos. Nolan nos presenta un mundo de fantasía. Lo que Freud interpretaba, los personajes de Nolan son capaces de enterarse a través de una máquina que los inserta dentro de los sueños ajenos, convirtiéndose así “huéspedes” dentro del subconsciente de un individuo. Es inevitable no remembrar a Matrix y el viaje de Neo al mundo de la “fantasía”. Lo que es el mundo fantasioso para Matrix, es el mundo de los sueños para El origen. Cobb junto con Arthur (Joseph Gordon-Levitt), son dos espías destinados a saquear las ideas que serán útiles para las corporaciones más perversas. Gracias a este oficio, ambos compañeros son dos prófugos de la justicia.
La historia de El origen se centra cuando Cobb recibe una oferta a manos de Saito (Ken Watanabe), un multimillonario. Su misión consiste en entrar al subconsciente de Robert Fisher (Cillian Murphy), hijo de un gran empresario, e implantarle una nueva idea. La idea de implantar una idea a un subconsciente es un gran reto, más no imposible, según afirma Cobb. Este reto dará origen a una empresa compuesta por distintos personajes, cada uno, especialistas en una rama. Este grupo, además de Saito, tendrán como misión entrar al subconsciente de Fisher, creando un nuevo sueño dentro de este, y así uno más, con la intención de hurgar en la “bóveda” de su mente e implantar la nueva idea. Se arma entonces la película del “atraco perfecto”, que si bien no será sustraer algo, tendrá los similares sucesos que pudiera tener una película de dicho género: balazos, choques, explosiones, viajes a distintos puntos de la tierra. Cobb de pronto se vuelve un Ethan como pasa en Misión imposible, intentando cumplir su tarea en un tiempo determinado. Es aquí donde Nolan nos demuestra su habilidad.
Los que entran al subconsciente de los sujetos, tendrán que construir una arquitectura capaz de poder crear una “realidad aparente” dentro de los sueños. A estos se les llama “arquitectos”. Curiosamente, Nolan es uno de ellos. El crea una historia donde los personajes no saben si viven una realidad o un sueño. Una tras otra, los personajes confunden su verdadera “localidad”. A esto también se infiere que el director logra crear una confusión frente al espectador, esto con la intención de provocar una reinterpretación de los sucesos, e inclusive de sus personajes. El origen tiene mucho de las dos primeras películas de Nolan; demasiado diría yo. Following (1998) es la historia de un escritor frustrado que encuentra en la vida de un ladrón un nuevo sentido a su vida. Al igual que el personaje de DiCaprio, el ladrón de esta cinta se llama Cobb, que a diferencia del Cobb de El origen, este no roba ideas, sino cosas materiales, aunque dicho con la intención de “irrumpir” en la vida de estos. Viéndolo desde esta última perspectiva, ambos Cobb tienen mucho de similar.
En Following y Memento (2000), Nolan se vale de un estilo narrativo complejo. Los hechos son narrados en desorden o de atrás para adelante, contando ambos con una historia simple. El origen es lo mismo, aunque, (digamos que) es la pieza maestra de las narraciones de Nolan. Su complejidad supera a las dos mencionadas, por tratar de sincronizar tres sueños, tres niveles narrativos, y además, por ser una historia complicada como habíamos anunciado. Nolan una vez más retoma a sus personajes atormentados: el escritor en Following, Leonard (buscando venganza por la muerte de su esposa) en Memento, Will (culpable de un asesinato) en Insomnia o Batman en Batman Begins. El personaje de Cobb es un ser atormentado por su pasado; pasado que a su vez es su sueño. Cobb es un personaje que siempre ha estado ubicado en el “limbo”. El recuerdo de su esposa y su retorno a la realidad, simboliza su continua estadía en el “limbo”, lugar donde quedó encerrado al intentar vivir una “realidad perfecta”.
Cada movimiento que va realizando Nolan en su “nueva” película, es cada vez más familiar. Su modalidad de querer confundir al espectador, a que este está viviendo un mundo “aparente”, al no estar seguro si es realidad o sueño, es un juego que intentó realizar en gran parte de su filmografía. Nolan se esfuerza por querer crear ese efecto de un laberinto que no tiene fin. Sus trampas o sus juegos de niveles son de pronto predecibles; al menos para los que habían visto, por lo menos, Memento. El origen, al igual que otras películas de Nolan, es un filme de engaños y ensueños, donde la realidad está degradada, donde el personaje principal (e inclusive el espectador) “cree” estar al tanto de dónde está o qué está sucediendo.
Parece que el largo plazo que se ha tomado Nolan en realizar este guión, ha mortificado a su inconsciente a dejar pistas que van prediciendo el significado de la película. Ariadna (Ellen Page), es la “arquitecta” en la empresa liderada por Cobb. Ella se encarga de fabricar la arquitectura o el “laberinto” de los sueños. Nolan “sutilmente” juega con el significado del mito griego, dónde Ariadna, cual novia de Teseo, lanzará la madeja para que Cobb pueda salir del “laberinto”, que es dejar por olvido a su esposa. Esto nos lleva a la presencia de Mal, esposa de Cobb, aquella a la que no puede abandonar pues está obsesionado con su amante muerta (al estilo Scottie, en “Vertigo”), encarnada por Marion Cotillard, actriz hoy conocida como la ganadora del Oscar por su papel de Edith Piaf, la misma que canta “Non, je ne regrette rien” (utilizada en la película de Nolan), la que describe en su letra las ganas de dejar atrás al pasado, los recuerdos ya vividos. Asunto que está en sintonía con la situación de Cobb, interpretado por Leonardo DiCaprio, el mismo que hace un tiempo en La isla siniestra, interpretaría a un también detective abrumado por su pasado conyugal.
Memento podría ser aún, la mejor película de Christopher Nolan. Muy a pesar en su tiempo recibió una serie de críticas debido a que presentaba una serie de espacios en blanco. Cavidades o “fallos” que el “arquitecto” Nolan había descuidado, pero que muy a pesar no destronaron la reputación del filme, siendo coronado por muchos críticos como la mejor película independiente ese año correspondiente. Y es así como debe de verse los filmes (de este calibre) de Nolan, de reojo. Más que entender la película, es dejarse llevar por las situaciones que se van narrando. Si se le ocurre a alguien, hurgar las posibles descoordinaciones que existe en El origen, es perderse de lo que podría ser un entretenido thriller surrealista. Más, no creo se puede exigirse a esta película. Sería (re)citar el anterior trabajo de Nolan. Esperamos no sea tan predecible para la próxima.

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