martes, 2 de agosto de 2011

Blue Valentine (o Triste San Valentín)


Alerta de spoilers solo en el quinto párrafo

Seis años después, Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams), una pareja de esposos, están al borde del colapso matrimonial. En su historia no existen terceras personas ni alguna rutina apabullante que les provoque escapar el uno del otro, simplemente se está dando. Blue Valentine o Triste San Valentín (2010) es un drama amoroso, es el inicio y el fin de una historia de amor que narra el lado mágico de la relación de parejas y el lado trágico de la vida matrimonial. Es el cambio revolucionario, el paso de la fantasía al desencanto, del cuento de hadas a la realidad.
Derek Cianfrance, su director, escribe esta historia con un aire de encanto y melancolía. El filme es la exposición de dos historias, el antes y el después, de una misma pareja. Dean y Cindy son dos personajes que parecen haber experimentado tanto en tan poco tiempo. Ellos tienen una hija de seis años a quien aman incondicionalmente, más la relación que llevan entre ellos es distinta a la que tuvieron originalmente. El argumento de la película se centra en una habitación ubicada en un hotel, lugar donde los personajes principales manifestarán cómo su relación convalece de una química estable. Lo que sería un escape fantasioso aprovechando la ausencia de su hija, se convierte en la estadía que cristalizará sus desencuentros, cada uno murmurando al otro sus negativas mediante palabras o mediante actitudes. No existe un diálogo en concreto durante este escenario, Dean y Cindy poseen naturalezas opuestas, imposibilitados a una comunicación corriente.

Esta habitación será además testigo del pasado, lo que ocurrió a principio de los seis años de relación de la pareja. Cianfrance en dicha temporalidad crea un ambiente naturalista. La fotografía es clara y despejada, en muy pocas ocasiones los personajes se encuentran en lugares cerrados. En lugar de esto son espacios abiertos, lugares donde los encuadres son ajustados y dejan en solitario a la pareja. Una historia de amor se va gestando. Ellos conversan, cantan, bailan, viven una fantasía sin necesidad de “alquilarla” por una noche. Cianfrance, en paralelo, no deja de manifestar a la pareja de hoy, aquella que tiene dificultades, tanto emocionales como íntimas. El sexo del presente es perverso. Nuevamente en el hotel, ambos ceden al alcohol, como dando valor a sus almas que van rumbo a lo indeseado, resistiéndose a ser testigos de una realidad tan tenue como el alumbrado de la habitación. Dean quiere negarse a sí mismo que su esposa ha dejado de amarlo, mientras que Cindy intenta olvidar lo frustrante que resultó su vida con Dean.
Cianfrance manifiesta un lenguaje alegórico. Los lugares o escenarios son casi siempre vaticinadores de lo que está por suceder o simplemente son meras representaciones de los sentimientos de la pareja. El contexto asume una tarea anímica, sea en un arcoíris –que representa la antesala a un amor –o la desaparición de una mascota –aquella que predice el principio de una fragmentación familiar –. Triste San Valentín es atractiva porque cada suceso durante la relación de Dean y Cindy parece tener un porqué, un propósito, cuestiones que se entienden al instante o mediante el correr del tiempo. Es así como algunas cosas del pasado se responden en el presente, y viceversa. Las dos temporalidades poseen una relación análoga, no por su forma narrativa, sino porque el principio de la historia –sobre la relación apresurada de dos jóvenes –ya anuncia de por sí una ruptura no muy lejana.

Dos anotaciones representativas del filme. En la etapa inicial, ciertamente Dean y Cindy se ven rodeados por un ambiente íntimo y jubiloso –indicador que el amor aflora –, pero luego ocurre un hecho que pone a prueba a la pareja. Estos de pronto se ven acompañados, sus diálogos repentinamente se ven interferidos por otros personajes, su mundo comienza a verse interrumpido. Una escena que esclarece esta idea es cuando Dean visita a la familia de Cindy a pedir su mano. Es la primera escena –cronológicamente hablando –donde los personajes se encuentran enclaustrados. Es de día afuera, pero el recinto está apenas iluminado. El padre y la madre de Cindy hacen preguntas incómodas mientras que la pareja es “sincera”; son jóvenes y están enamorados. Este ambiente entonces anticipa el inicio de la tragedia; “la pedida de mano” como un hecho que vaticina cuestionamientos que se repetirán más adelante bajo un techo hogareño. La otra anotación es más clara, sobre la elección de un cuarto donde la pareja intentará pasar una fantasía que hace mucho no viven: “La cueva de Cupido” o “El cuarto del futuro”. La pareja decide por esta última, negando entonces ese espacio romántico por uno más real.
Tanto Michelle Williams como Ryan Gosling logran buenas interpretaciones. Williams parece haber madurado mucho desde su actuación en Brokeback mountain (2005), reflejando el rostro de una mujer reprimida y de aire cabizbajo. Gosling, por su lado, muestra más de lo que ha venido interpretando. Existe un Dean del pasado y otro del presente, y esto no solamente por un cambio en su fisionomía, sino porque son distintos anímicamente. El Dean del presente, además de conservar ese aire impulsivo y hasta en ocasiones inmaduro, es inseguro de lo que tiene. Gosling hace esto además de saber comportarse con mesura en los momentos dramáticos. Triste San Valentín es un filme melancólico, sobre un amor que posiblemente para muchos merecía tener un final distinto, sin embargo termina por ceder a un desenlace adverso; esa es la esencia del filme. Es la fantasía y la realidad, el pasado y el presente de una pareja que intentó recluirse en una habitación a retomar un amor extraviado, pero que en lugar de eso solo encontró nostalgias y otros buenos recuerdos.

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