domingo, 26 de febrero de 2012

Caballo de guerra

Steven Spielberg retorna este último año con el estreno consecutivo de dos filmes: Las aventuras de Tintín (2011) y Caballo de guerra (2011). El director hace su primera incursión al género de animación – y 3D – graficando al clásico héroe de las historietas, el aventurado e intrépido Tintín, que no es nada más que el precedente medular del héroe engendrado por el mismo Spielberg, Indiana Jones, que al igual que el personaje gráfico es también un aventurero, asumiendo misiones arriesgadas a medida que es un trotamundos, pasando por los áridos desiertos hasta las selvas más frondosas, uno luchando con comunistas, el otro con nazis. Las aventuras de Tintín es lo que se podría llamar un punto secundario en la filmografía de Spielberg, un mero homenaje a la historieta, una correspondencia del fanático a la obra, un filme que sobrevivirá más como anécdota para el director o para algunos otros fanáticos de Tintín. Caballo de guerra en su lugar es distinta, un filme que se nota lleva la firma del director.

El lazo de amistad entre un joven criador y su caballo es la trama principal en esta película de Steven Spielberg que recorre los años correspondientes durante la Primera Guerra Mundial. La historia de Albert (Jeremy Irvine) y Joey se desenvuelve en medio de un ambiente rural. Es el encuentro de dos especies distintas, hombre y bestia fraternizando en la naturaleza, un lugar al que tendrán que sobrevivir imponiéndose pruebas, enfrentando retos, trabajando hombro a hombro, compartiendo sus sufrimientos y protegiéndose el uno al otro. Caballo de guerra es a primera vista un melodrama que se inclina al discurso cursi y simple donde el modo de relato es únicamente lineal, deficiente de trampas narrativas o diálogos sugerentes. Steven Spielberg se reserva de complicar su historia como a sus mismos personajes promoviendo en su lugar situaciones modestas donde los protagonistas principales son niños o adultos de buen corazón, un filme con un contenido de fábula, obviamente dirigido para el público en general. Caballo de guerra, sin embargo, lleva algo entre manos. Es la redundante obsesión de un director por redimir a un ser civilizado pero que insiste convivir con su naturaleza salvaje.

Steven Spielberg en gran parte de sus filmes ha retratado la relación entre lo humano y lo no humano, sobre el encuentro del hombre y las otras especies; las salvajes, las mecánicas o las pertenecientes a otros mundos; y es este encuentro lo que irrumpe en la trama, es el quiebre de la rutina, es la respuesta o la reacción de lo humano frente a lo no humano, una que oscila entre el afecto y el rechazo. Tiburón (1975) es la cacería a una bestia acuática que ha provocado el pánico de los visitantes, E.T. (1982) es la relación de amistad entre un pequeño extraterrestre y un niño que vive en los suburbios, Jurassic Park (1993) es el descubrimiento de un científico que logra revivir a una especie extinta, Inteligencia artificial (2001) es la historia de una madre que toma por adopción a un niño robot. Spielberg nos habla sobre la complejidad humana, sobre los dilemas éticos y la bipolaridad innata del hombre, comportándose en ocasiones frente a ese “otro” de forma agresiva como otras veces de forma afectiva. El hombre para Spielberg está deshumanizado, sin embargo, este no deja de ser impredecible, es decir, existe una brecha para que pueda redimirse.

Caballo de guerra está sostenido por ese mismo dilema. Si bien la historia retrata el lazo de amistad entre un hombre y su caballo, se narra también las cuitas por las que pasa este corcel en medio de la guerra. Joey luego de ser alistado a la caballería inglesa, irá pasando de dueño en dueño, cambiando a un bando distinto al que le tocó inicialmente. Joey es una especie de Lazarillo de Tormes que irá mudando de amos a cada que pasa el tiempo, esto no por el desencanto frente a cada uno de estos, todo lo contrario. Los amos de Joey son una especie de “ángeles salvadores”; es el poder de redención al que Steven Spielberg se refiere. En medio de la guerra sacudida por la inhumanidad de las naciones existe al menos una persona de buen corazón. Joey es testigo de aquellas y cómo el enfrentamiento bélico va perjudicando a estos mismos. Caballo de guerra es la mirada testimonial de un animal humanizado por el mismo hombre, aquel que ocasionó la guerra pero que también más adelante la apaciguará.

Lo mejor del filme es sin duda la fotografía, una bien esmerada por el fotógrafo oficial de Spielberg, Janusz Kaminski. Su trabajo se puede admirar en la larga lista de escenarios tales como las áreas descampadas, prados verdosos, cabañas donde la luminosidad se filtra por cualquier hoyo o ventana, los efectos de contraluz durante los ocasos donde la caída del sol parece incendiar de llamaradas todo el ambiente. Una escena espléndida es cuando el caballo en medio de la oscuridad va galopando a campo traviesa, iluminado apenas por la luz centellante de las explosiones y disparos. Steven Spielberg a través de una serie de travellings y ángulos en contrapicado promueve un efecto lírico que desata el lado bucólico de la vida en el campo o el lado trágico del mundo en guerra. Caballo de guerra en trama, resulta en ocasiones ser tedioso, especialmente a mitad de la película. Existen momentos en que los hechos rutinarios en alguno de los amos resultan aburridos, nada atractivos. En general, la trama del filme es predecible y no logra trascender tanto en el drama como en sus acciones. Steven Spielberg en sí desarrolla una historia muy tradicional con un final de portada, alineado por el optimismo que casi siempre sirve de desenlace en varias de sus películas, solo que en esta es más un final de cuento. En cierta forma, Caballo de guerra termina siendo un drama para la familia; ligero y aleccionador.

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