miércoles, 28 de marzo de 2012

El huerfanito

Artículo escrito en el 2009

El director Flaviano Quispe nos cuenta dos historias, por un lado es la de Juanito, un niño de doce años que es huérfano de madre. Él ha decidido vagar por las calles ya que luego de haber hecho unas ventas en el pueblo por encargo de su padre ha perdido su ganancia al ser engañado por un grupo de timadores. Juanito toma en un comienzo la alternativa de trabajar para recuperar el dinero para su padre que está enfermo a raíz que su hermana mayor escapó junto con un joven del pueblo. El niño no tiene suerte en su venta de helados que su padrino le recomendó y sus esperanzas son cada vez más pocas. Paralelamente está la historia de Luchito, un niño menor que el primero. Él vive con su padre –un carpintero –que tiene problemas con el alcohol. Tanto su madre –una mujer que vende refrescos en el mercado –como él, están cansados de ver como el padre a diario llega en un estado lamentable.

El encuentro de estos dos personajes se da como por casualidad. Ambos intercambiaran sus lamentos y además de eso irán manifestando sus ideales trayendo con eso un punto de vista muy crítico para su sociedad. Es desde este aspecto que El huerfanito toma una senda moralista. En una escena, la conversación de ambos niños es el instante en que el director aprovecha a exponer sus intenciones para el filme. Temas como la orfandad, la delincuencia y el alcoholismo, no son más que situaciones que representan realidades en este espacio provincial. Dentro del contexto se reconoce dos medios: el del campo y el de la ciudad. No es necesario hablar de las migraciones hacia la capital para hablar de los estilos de vidas muy diferentes como el de la provincia y el de localidades centrales. Juliaca es una ciudad que posee en su gran parte la vida del campo. Alternamente hay una vida de ciudad, un mundo donde existe el pillaje y los vicios; rasgos incomprensibles pero reales en la vida de dos niños. La situación obliga a Juanito y Luchito a madurar en el sentido de formularse preguntas respondiéndose y concluyendo que la vida de los mayores es confusa ya que no ejercen una moralidad que los mismos siempre repiten a los menores. Quispe al final muestra dos nuevas realidades. Luchito gozará de una oportunidad: su padre ha decidido reivindicarse. Por otro lado, Juanito perderá a su padre. Esta vez su orfandad es total. Si la vida obligaba a Juanito a madurar, ahora es una necesidad. Juanito asumirá una nueva labor para su familia. Si bien la hermana mayor regresó de su escape, eso no lo libra de una ausencia paternal, además de una culpabilidad; ya que el niño intuye que su ausencia fue la que provocó la muerte de su padre.

Flaviano Quispe en una entrevista anuncia que desde pequeño siempre ha sido admirador del cine hindú, es por eso que hay posibles marcas del director Satyajit Ray. Su línea argumental es un recorrido lineal de una vida, o vidas, que van encontrándose con una y otra aventura por el camino. Esto traerá nuevos cambios en la personalidad de sus protagonistas además de ir contemplando por el camino los hábitos sociales. Los fallos en este filme son numerosos, además de contar con un equipo minimalista. Lo rescatable en El huerfanito es que existen marcas que le hacen un cine con cierto misticismo y dulzura. Tanto en los aportes literarios como en ciertos cinematográficos de provincia, citando como ejemplo a Kukulí, hay un lirismo en este filme, aunque muy reducido a comparación del filme cuzqueño, pero se percibe una marca de lo andino, una representación exclusiva del cine de provincia en las zonas serranas o rurales. Lo andino como una fuente de tradiciones que se van manifestando a forma de ritual. La música, sus costumbres, sus danzas, el paisaje. Quispe aprovecha el espacio natural para hablar de sus costumbres. El fondo musical está entonado exclusivamente para los sujetos pertenecientes a ese espacio andino: el campo. Cuando se asoma la ciudad, el fondo musical cambia, a menos que esté presente un personaje que pertenezca al otro lado. En la ciudad existen solo rezagos de lo tradicional. La representación de esas danzas es una mezcla entre lo extranjero y lo propio. Lo mismo pasa en sus individuos. Las costumbres o vestimentas son producto de una aculturación, que no se desdeña en su totalidad, pero siempre está latente una informalidad. Rasgos perniciosos que van pululando por la ciudad llegando inclusive a las zonas campales, a las familias, a los más menores.

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