Los buenos momentos de
El misterio del Kharisiri (2004) son
aquellos en que la película provoca un ambiente tétrico y baldío. Escenas donde
un joven periodista va indagando por lugares ajenos de una ciudad que no sabe
nada sobre la desaparición de su colega. El ingreso a una iglesia donde la fría
y barroca inmensidad de ese recinto se enaltecen, donde un cura hippie revitaliza humildemente una
historia vetada por el miedo, y una cámara digital es usada como primera herramienta
que registra lo intangible por la vista de un foráneo, ignorante de tradiciones
y demás creencias. El director puneño Henry Vallejo relata una historia de
pueblo, sobre desaparecidos y ritos macabros a manos de curanderos. La película
gana sus méritos al recurrir en un principio a historias que se dividen: la de
unos contrabandistas, la de una infeliz mujer y la de una pareja de reporteros.
Es esta última historia la que luego tomará mayor protagonismo, la que dará
origen además a ese “misterio”, y la que finalmente reunirá a todos los
protagonistas antes citados.
Es a partir del
encuentro de la desaparecida que la película deja de ser interesante. El
proceso de curación de la mujer enferma es más bien el compromiso a explicar
más sobre la naturaleza de estos sacerdotes, lectores de coca, sobre la batalla
entre los que hacen el bien y los que hacen el mal, la simulación de un combate
que recoge una perspectiva épica y que de hecho el que desconoce del tema
estará más que desconcertado. El final de El
misterio del Kharisiri en realidad sucede –o debería suceder –muchos
minutos atrás. En técnica, Vallejo hace buenos esfuerzos por provocar puntos de
vistas con la cámara: ángulos en picado perfecto, planos que observan el ambiente
solitario de un poblado. Una fotografía saturada en el contraluz o cuando la luminosidad
es escasa. La película hace buen intento al retratar un thriller que dialoga
con lo fantasmal, que poco tiene que ver con el terror, y que reemplaza por un
suspenso que se sostiene de la sumisión de su protagonista principal y su
obsesivo deseo por encontrar a la mujer que ama.
Excelente comentario Carlos, continua asi, perfecto.
ResponderEliminar