miércoles, 11 de julio de 2012

Un hombre que grita y De Dioses y hombres

Hace algunos días se ha iniciado la 2da Semana de Cine Francés. A continuación, una crítica a dos de los filmes incluidos en su programación.

Los testimonios de guerra son la temática medular que comparten Un hombre que grita (2010) y De Dioses y hombres (2010), películas ganadoras del Premio del Jurado y el Gran Premio del Jurado, respectivamente, dentro de la ceremonia de Cannes en su correspondiente año. Ambas películas hablan sobre el conflicto bélico como un punto que irrumpe la tranquilidad de un grupo de familias, unos habitantes en el país africano de Chad y los otros, quienes también forman una familia, habitantes en Argelia. Francia es de hecho el país europeo que en su cine posee una agitada productividad –incluyendo el financiamiento– sobre temas del postcolonialismo y conflictos armados, extendiéndose en zonas que ciertamente fueron tiempo atrás parte de sus territorios. Cannes, de alguna manera, por esos años, fue gran aglutinador de nuevos rostros africanos, tal como sucedió a inicios del nuevo siglo con la promoción de un cine concerniente a los territorios árabes.
Un hombre que grita, una película de Chad, coproducida por Francia, es un drama dirigido por Mahamat-Saleh Haroun, un director que antes ya había dialogado con el tema de la filiación (Daratt, 2006) entre padre e hijo, y que de alguna manera principia el drama a partir de la inestabilidad social y política de su país de origen. Adam o “Campeón”, es un padre que ha vivido de la natación, deporte que en un pasado lo convirtió en un atleta reconocido en el largo de su país y que desde entonces ha hecho de este su oficio, siendo instructor en un hotel de prestigio. El conflicto sucede cuando un nuevo dueño ha llegado al recinto y decide hacer nuevos cambios, a su vez, la ciudad es sacudida por una guerra civil. La película de Mahamat-Saleh ambienta la rutina de un sujeto que ha hecho de su fama su única vida, una que está a punto de perder y que lo empujará a tomar una decisión muy delicada.

Lo curioso del filme es el drama enmudecido por un hombre maduro que ha tomado una mala decisión. Un hombre que grita en su interior, pero que en su realidad dormita, se ha vuelto ermitaño y además está intranquilo a pesar de haber ampliado su puesto como instructor de natación, su “vida”, la misma que a un inicio del filme se manifestaba con el juego de padre e hijo o el rito erótico junto a su mujer, pero que ahora es la ausencia del primogénito o una mínima conversación con su esposa. Un hombre que grita es el testimonio terrenal de un hombre que ha pecado de egoísmo condenando a su propio hijo. Si bien el conflicto armado no violenta o encara a Adam, es la acción de este mismo quien ha acercado hacia él el campo de batalla. Muy a diferencia de De Dioses y hombres, filme dirigido por Xavier Beauvois, que se inclina más bien por ser un drama de horror por los actos violentos que trae la guerra, aunque también es un drama espiritual al representar el acto de fe de un grupo de personajes que de la misma manera tienen libertad de escoger su suerte y la de otros. Adam de Un hombre que grita, divaga entre inclinarse a su beneficio o al de su propio hijo. En el filme de Beauvois es un grupo de creyentes que divagan entre sus vidas y la de un pueblo ajeno.
De Dioses y hombres se basa en los hechos reales ocurridos tras la desaparición de un grupo de monjes durante la guerra civil de 1996 desatada en Argelia. El director Xavier Beauvois de igual manera se inclina por ambientar la rutina silenciosa y apacible de ocho monjes que desde hace mucho habitan un territorio de un pueblo y religión ajena, la islámica. Lo más vistoso de este filme son los instantes en que el grupo de religiosos se congregan a su fe, mediante rezos internos o cánticos que los liberan de sus miedos que largamente se irradian en sus rostros pasmados por el terror y las amenazas que han comenzado a frecuentar a los alrededores del pueblo. De Dioses y hombres humaniza a sus personajes principales para luego martirizarlos bajo un acto espiritual y devoto. La gran diferencia que existe frente a Un hombre que grita, es que este último filme tiene como protagonista a un individuo que indirectamente alienta el conflicto armado, mientras que el otro más bien lo mitiga.

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