Tim Burton adapta “Dark Shadows”, una famosa serie de los 60 que hacía parodia del género del terror donde se mezclaba fantasmas, brujas, vampiros y otros monstruos. Sombras tenebrosas (2012) cuenta la historia de Barnadas Collins (Johnny Deep), un heredero de buena familia inglesa, asentada en Estados Unidos durante el siglo XVII, maldito por el despecho de Angelique Bouchard (Eva Green), antigua amante y bruja en secreto, quien convertirá al joven en vampiro para luego ser enterrado y enclaustrado durante doscientos años mientras es víctima de su propia inmortalidad. Tim Burton hace lo que mejor sabe, recrear un mundo gótico plagado de personajes de piel mortada, espesos crepúsculos en la noche y en el día, castillos de lúgubres, fuentes de agua en la entrada, jardines de calabazas y pórticos rechinantes. Barnadas, por su lado, no se alinea al margen de Drácula o el conde Orlok. Deep es una especie de “Drácula perdido en los tiempos del Flower Power”.
Sombras tenebrosas se inicia como una leyenda de terror –una característica muy propia de Burton –, es la versión oculta de la historia, el tan solo preámbulo de una serie de sucesos que rozarán con la comedia y el excentricismo. Burton, junto a Deep, retratan a un vampiro anticuado, pero que irónicamente va encajando dentro de una época rebelde y sui generis: los años 70. Una época de hecho muy considerada para un autor que recurre a la moda vintage, de colores encendidos que contrastan con el mundo terrenal enlutado que siempre dispone. Tim Burton no deja de extasiarse por los seres extraños, seres de ultratumba, aquellos que son la fascinación de algunos vivos, sujetos especiales que fueron víctimas de un posible trauma, casi siempre infantil. Sombras tenebrosas hace citado de la temática de la orfandad, un tema casi omnipresente durante lo mejor de la filmografía burtoniana, una que si bien actualmente no ha perdido creatividad, ha comenzado a extraviar el buen relato, y eso ocurre con esta última película.
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