domingo, 10 de febrero de 2013

Lincoln

Tres días después de celebrarse las elecciones en Estados Unidos se estrenó Lincoln (2012). Barack Obama había sido reelegido por su pueblo y como alternativa de celebración se proyectaba en las salas de cine una remembranza histórica sobre los sucesos previos a la aprobación de la 13va Enmienda, aquella que ponía punto final a la esclavitud de la raza negra en dicha nación. Lo cierto es que el último filme de Steven Spielberg, muy por encima de hacer memoria a uno de los sucesos políticos más cruciales en el transcurso de su historia, recrea el retrato esmerado y agudo de uno de sus personajes, posiblemente, más citados por mandatarios, maestros y padres de familia en discursos políticos, ceremonias de graduación o matrimonios, hasta incluso en algunas aperturas al “Super Tazón”. Es pues la respuesta o gratitud hacia uno de sus “líderes a seguir”, uno que dejó una herencia que va más allá de la ley impresa o las enmiendas raciales.
Lincoln en definitiva no está dentro del interés general. Spielberg hace una adaptación fílmica centrada en una ardua investigación histórica, es decir, habrá más de un ajeno a esa nación dormitando en las butacas y, en contra parte, no habrá profesor de historia de los EEUU que no salga excitado de la sala de cine. Ahora, si bien la Historia nos ha enseñado a ser chauvinistas, también nos ha inculcado a ser históricamente selectivos. Es decir, naciones pueden aprender de los aciertos de otras naciones sin la necesidad de alterar sus cánones políticos, culturales, sociales e incluso económicos. Es a partir de esta última premisa que se asoma una excelente excusa para que ese “ajeno” evada el sueño o aburrimiento que pueda provocar este filme. Lincoln es pues la cátedra de un líder, la aproximación a esa lección que desde niños nuestros profesores de Historia insistieron en inculcarnos.

En efecto, toda la trama de Spielberg se desenvuelve en los meses previos a firmarse el acuerdo de la 13va Enmienda. Ese es el cuento, sin embargo las fuentes históricas son pues sobre cómo y de qué forma el mandatario se valió a conseguir el apoyo político suficiente, tanto de sus opositores como de su mismo partido donde ciertamente existían miembros ajenos a ese deseo antiesclavista. El perfil de Abraham Lincoln (Daniel Day Lewis) es pues la del político ubicado entre la orilla del idealismo y el oportunismo. Por un lado está el deseo de poner fin un acto inhumano, mientras que por otro el de dañar la economía principal de los Estados Confederados para la posterior cese de la Guerra Civil cada vez más crítica. En paralelo, su vida íntima fue complicada. La convivencia con una esposa mentalmente frágil, un hijo mayor con deseos de alistarse en el ejército, frente al amor arraigado hacia su hijo menor, uno que corretea e inoportuna durante las reuniones políticas más vitales para la nación. Spierlberg otorga al semblante del mandatario un equilibrio que está en sintonía con la cordura necesaria frente a una crisis, tanto nacional como familiar, que podría colapsar con cualquier paso en falso.
Lincoln es la idea de la política postmoderna, la de no estar aislado en un solo bando, sino el de establecer consenso mediante intereses grupales o personales. El gobernante tiene como “as bajo la manga” a un trío de sabuesos (Tim Blake Nelson, John Hawkes y James Spader) que buscan votos en pos a la Enmienda, un grupo que hoy se podría conocer limpiamente como un Asesor de Imagen político. En cierta perspectiva pueda ser perverso, pero es efectivo y próspero, al menos en este caso para el bien de una Nación. No se le quita sin embargo ese sesgo soberbio, casi oscuro, a Lincoln, personaje que casi siempre parece asomar un doble rostro, cortesía del trabajo de dirección fotográfica de Janusz Kaminski. Es la mitad iluminada, la otra opacada. Un rostro que no tiene prejuicios en habitar en el limbo. Lincoln presenta un gran reparto. Daniel Day Lewis sin duda es lo mejor, muy a pesar dicha interpretación ni se aproxima a su calidad en otras películas, tales como En el nombre del padre (1993) o There will be blood (2007).

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