miércoles, 13 de febrero de 2013

Mamá

Artículo publicado originalmente en Cinespacio.

Basado en su propio cortometraje, Andrés Muschietti dirige Mamá (2012), película coproducida por Guillermo del Toro (Cronos, 1993), director que ha servido de trampolín a otros directores quienes han decidido iniciarse o hacerse notar dentro del género de terror. De las manos de Del Toro han pasado películas como El orfanato (2007) o Los ojos de Julia (2010). Vincenzo Natali, uno de los rostros más notables en el género de horror canadiense, ha recorrido también dicha productora con su película Experimento mortal (2009). Mamá, a diferencia de los mencionados, ha tenido un mayor énfasis promocional. Dentro de su estrategia estaba el rescatar el corto del mismo nombre (2008), aquel que por cierto prometía la producción de un interesante largometraje en manos de su mismo creador.

Mamá tiene buenos momentos y momentos indeseables. Los primeros, como ya se ha vuelto costumbre en distintos filmes de terror, están aglomerados en sus primeras escenas, las mismas que te introducen a una historia truculenta, en principio, sin ningún indicio o explicación. Muschietti se sirve del drama sobre la orfandad para revelar a un ente y otros dos personajes malditos. Por un lado una madre perdida en el limbo, mientras que por otro, dos pequeñas sobrevivientes de una tragedia familiar. Ambas historias desde el inicio convergerán y convivirán. Es pues la correspondencia de dramas; uno precisa del otro para complementarse y buscar su orden. Las cosas se complicarán cuando este “orden” se quiebra con la llegada de otros personajes. Han tenido que pasar cinco años para que Lucas (Nikolai Coster-Waldau) halle a sus dos menores sobrinas luego de ser raptadas por su desaparecido padre. Junto con su novia Annabel (Jessica Chastain) adoptarán a las niñas quienes hoy están convertidas en seres humanamente descuidados; pequeños salvajes.

En definitiva el gran desacierto de Mamá es resolver anticipadamente el conflicto escondido, uno que después de todo recae en la revisitada leyenda de la mujer con problemas mentales, enclaustrada, solitaria, rodeada de monjas y elementos traídos de una prensa amarilla del siglo XIX. Por otro lado, Muschietti se inclina al thriller, el de resolver un caso olvidado por el tiempo, y es en este donde intervienen elementos de la ciencia, grabaciones, videos, apuntes, periódicos, una serie de evidencias que intentan armar un simple rompecabezas que no precisa de tanta fuente escrita o tecnológica para llegar a ser resuelto. Mamá está rodeada de elementos citados hasta el cansancio, sueños que se vuelven pistas, paredes humedecidas por aguas turbias, insectos nocturnos que sobrevuelan en una habitación, espíritus contorsionistas con los miembros dislocados.

Sin ir muy lejos, El aro (Gore Verbinski, 2002) sería un gran referente de esta película. Es una historia dramática que, en principio, nada tiene que ver con los fantasmas pero que de pronto se ve envuelta en un evento paranormal. En ambos el tema de la orfandad es ese drama, el mismo que también pesa en el historial del ente. Lo que sigue es la venganza o el desquite contra los vivos. Mientras no se resuelva la pena de este condenado, los vivos seguirán siendo acechados. Mamá termina con un final símil a El aro. Cuando parecía estar resuelto todo, el muerto dice “no, quiero más”. El filme está compuesto por una gran fotografía, Jessica Chastain está ahí sin ninguna pretensión. La figura de “mamá” de un momento a otro es tan expuesta que ya no provoca sensaciones tan profundas, esto a diferencia cuando todavía ni se asomaba o cuando la cámara se acercaba a la oscuridad poco a poco y uno decía “prepararse para lo que se viene”, y nada venía. Eso es suspenso, eso es tensión.

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