Víctor Téllez (Rafael
Spregelburd) poco a poco parece convertirse en uno de los personajes que tanto
odia ver en las películas que mira a diario. Hasta antes, la vida de este
crítico de cine estaba acondicionada a gozar su oficio durante y fuera de la
matiné. Tanto lo ficticio como lo real, estaban condenados a la agudeza crítica
de este “detector de clichés andantes”. Téllez nunca abandona la butaca; no
hasta que se le presentó el “reto”, el “amor” y el “antagonista”; es decir, las
cláusulas que generan conflictos y, en ocasiones, también clichés. El crítico (2013), de Hernán Guerschuny,
es una película que juega mucho a la ironía. El manejo de la comedia sarcástica
se amolda al carácter de su personaje principal, uno que se resiste a formar
parte de ese lado superfluo y banal. Muy a pesar, ese otro extremo se le
insinúa, lo seduce, lo persigue, hasta el punto de hacerlo ceder. Téllez finalmente
se ha dejado arrastrar por dichas fantasías, sin embargo, no ha extraviado del
todo sus principios, ya que el mismo cierre del filme sugiere adaptar ambos
discursos. Tal vez El crítico conscientemente
haya decidido sabotearse a sí mismo (un citado descomunal de los cuestionados
clichés) como mecánica de la misma ironía que trabaja, el hecho es que hasta
cierto punto lo “impredecible” se ha volcado también a lo predecible. Es más, Téllez
en principio es un cliché.
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