domingo, 11 de mayo de 2014

V Festival Al Este de Lima: Tren de los pensamientos (Sección Documental)

Fascinante es la premisa de la que parte Tren de los pensamientos (2012). Las arquitecturas ferroviarias como espacios que reflejan y cobijan el imaginario de distintas ciudades cosmopolitas. Son en los paraderos o dentro de las cabinas de los trenes donde las sociedades dejan ver ese lado distintivo de su comunidad. Desde lo más ostensible (el abarrotamiento neoyorkino, la maquinalidad en Tokyo) hasta lo más intrínseco (el desencanto urbano de Hong Kong, el peso histórico en Moscú). Es también la construcción de una radiografía de lo íntimo. Ese lugar “no terrenal” que invita a suspender, en un espacio de lo que dura el viaje, todo vínculo con la rutina. Ingresar al mundo de los trenes es la negación de la normativa, aquello que no es más que el aprisionamiento de la condición humana. Un exilio del deseo personal que parece andar a contracorriente del sistema. Es cuando en medio del traqueteo de los rieles los pasajeros dejan expuestas sus verdaderas necesidades, manifiestan sus fantasías, se despiertan sus frustraciones, sus estados reflexivos son más lúcidos y activos. Parecen despertar del letargo de la ciudad.
El director Timo Novotny genera una estética visual alineada a directores como Ron Fricke (Baraka, 1992) o Godfrey Reggio (Trilogía Qatsi). Se emplea la técnica de intervalos prefijados, edición sobreimpresa, una fotografía ocasionalmente estridente. La imagen y el montaje sonoro, por sí solos, generando un discursivo propio. El parlamento, sin embargo, es el que otorga el rol más primordial en este documental. Tren de los pensamientos es la colectividad de testimonios, voces que se vuelven ideas o protagonistas. El espacio y el tiempo provisionalmente anulados, mientras que lo real y lo utópico se manifiestan en un mismo escenario a medida que los vagones cumplen con un programa o ruta de transporte. Novotny parece sugerir una alegoría al cine. Las estaciones de trenes como salas de cinema que mediante un juego de luces y colores te transportan a la ficción, que es realidad y fantasía. No existe lugar y todo resulta atemporal. Es por eso que la secuencia en New York es la mejor de todas. El ingreso a un túnel evoca la entrada a un mundo alucinatorio. La película inicia, así como los primeros testimonios, uno tras otro e intercalado por un circuito de ventanas que simulan fotogramas y que incluso parecen tener esa textura emulsionada.

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