viernes, 15 de agosto de 2014

18 Festival de Lima: Journey to the West (La vuelta el mundo en 8 días)

Artículo publicado originalmente en el boletín del Festival de Lima, Vértigo.

La filmografía de Tsai Ming-liang hasta la actualidad ha sido variada en cuestión de género. Además de realizar películas en su mayoría dramáticas, en su haber se reconocen algunas comedias, una de ellas con secuencias musicales (El hoyo, 1998), mientras otra apuntando al erotismo (El sabor de la sandía, 2005). Su cine ha incursionado también por el género documental y experimental. En cuestión temática, sus historias en principio giraron en torno al descubrimiento de rutinas, personajes que eran intrusos de estas mismas, hurtando vidas ajenas o simplemente espiándolas. Era el mutismo emocional y reprimido que se canalizaba a través de fantasías pasajeras. Seguido de eso llegaría su obsesión por un contexto en crisis, futuros apocalípticos, un mundo azotado por una rara enfermedad o padeciendo sequías. En medio de la devastación, el carácter humanitario y afectivo reluciendo. Más adelante, Ming-liang se interesaría por un cine artísticamente reflexivo y a la vez conmemorativo, haciéndole por ejemplo tributo al cine (Good bye, Dragon Inn, 2003) o readaptando leyendas históricas a modo personal y artístico (Face, 2009).
Una última etapa responde a su más reciente filme, la que además sería una especie de secuela de su mediometraje Walker (2012). Journey to the West (2014) nuevamente sigue el ritual del monje budista que “camina” por las calles de Hong Kong y ahora hace lo mismo por las calles de Francia. A pesar de que este filme simula imitar la misma premisa de Walker, existe una frontera creativa que las diferencia una de la otra. A través de una serie de planos generales, en su mayoría estáticos, Ming-liang otra vez contrasta al caminante con la urbanidad. Es el andar parsimonioso deambulando entre la rutina acelerada de la ciudad. Es el enfrentamiento entre la capacidad espiritual y la cotidianidad insustancial. De la misma forma que en Hong Kong, el monje a su paso va provocando curiosidad en los transeúntes parisinos. Ming-liang invita al espectador a divisar la túnica roja que pasea suspendida entre el gentío, esto entendido como una alegoría a la meditación. Es el desnivel como centro de atención.
Journey to the west es también Denis Lavant aprendiendo de esa espiritualidad. La llegada del monje como un encuentro con el occidente mismo, este representado en la figura del actor francés que se convertirá en un pupilo del budista, una prueba de que la meditación no posee exclusividad geográfica. A la línea de la filosofía Zen, el espacio y el tiempo están ajustados al ser, uno que irá en busca de la sabiduría a través de la meditación. Esto parece resumirse en una escena al pie de unas escaleras en donde el monje en una misma secuencia va mutando de planos. Es la perspectiva del objeto ubicado en un distinto punto del espacio. Journey to the West finaliza con un reflejo invertido, un punto de vista que parece distinguir la rutina del monje o el artista frente a la rutina común que contempla encantada. Es la mirada superficial de aquello que más bien es espiritual.

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