Conectados por un
mismo contexto y suceso, la trilogía Dreileben
(2011) coincide en reunir a tres directores que saben construir una atmósfera plagada
de suspenso. A pesar de que cada filme independientemente posea una libertad
creativa –no solo en referencia a la dirección sino también a la creación del
guión– las tres historias contienen un aire sombrío propio de la acción que
comparten: la búsqueda de un violador que merodea por los alrededores de un
reducido pueblo. Si se juntaran los tres filmes, el producto en rigor sería un
thriller dado que cada trama nunca descuida su principal trasfondo. Muy a
pesar, analizarla como un todo tal vez
provocaría una pérdida de la esencia de cada una. Vamos por partes. En la
primera película titulada Algo mejor que
la muerte, el director Christian Petzold se interna a una historia
romántica. Dos adolescentes iniciarán un amorío luego de un encuentro extraño,
casi por accidente. Johannes (Jacob Matschenz) aspira conseguir una beca de
medicina a Los Ángeles, mientras que Ana (Luna Mijovic) es la mantención de su
hogar y mucama de un hotel. De Dreileben
es la historia sobre la fantasía, uno en conseguir una meta y la otra obsesionándose
cada vez más con su nuevo amor. A partir de esto es que se fabrica el lado
cautivador de esta película.
Petzold nos presenta a
una joven que enamora con su actitud y con su cuerpo. Su presencia es una
mezcla de juego infantil y erótico. Johannes, en medio de su rutina aburrida
como celador de un hospital, reconocerá en Ana su lado más animado. La joven es
turbulencia, como esas fascinantes historias sobre lolitas o femme fatales saliendo
de su capullo. Su comportamiento es tan tierno como conflictivo e incluso
violento. Esto alcanzará su cenit para cuando Johannes va cambiando de planes.
En No me sigas, de Dominik Graf,
segunda historia de la trilogía, los personajes son otros. Johanna (Jeanette
Hain), una psicóloga policial, ha sido llamada para ser parte de un caso en un
pueblo alejado de su hogar. Ahí se mudará temporalmente en la casa de Vera
(Susanne Wolff), una antigua amiga. Durante su estancia, Johanna se enterará
que quince años atrás ella y Vera estuvieron enamoradas del mismo hombre. Graf
desarrolla una historia pasional. Es el fantasma del viejo amor que retorna. Es
el relato de personajes que parecen no haber olvidado y que mediante el
intercambio de anécdotas van rememorando a ese antiguo amante, de paso que van
renaciendo su memorial idilio.
La presencia de un
tercer personaje, Bruno (Misel Maticevic), el esposo de Vera, será además una
especie de balance entre ambas mujeres. Sin saber él se convertirá en moderador
de las dos amigas, quienes a espaldas de este se escabullen para conversar sobre
su antiguo amor, pero frente a él tendrán que seguir fingiendo su amistad,
aquella que se va desquebrajando poco a poco. Por último, en Un minuto de oscuridad, el director
Christoph Hochhäusler, narrará la
historia de Marcus (Eberhard Kirchberg), un detective con una salud agotada,
intentando seguir las huellas de un crimen. En paralelo, es la historia de
Molesch (Stefan Kurt), el violador prófugo, a quien ya habremos visto en las
anteriores partes de Dreileben
acechando a los personajes de las otras tramas. Hochhäusler cierra el cuento con la perspectiva
del también presunto asesino, acusado por victimizar a una mujer luego de su
escape. El seguimiento de este personaje abre otra brecha genérica en esta
trilogía. El drama psicológico va amoldando la perturbada mente de Molesch
quien va siendo presa del agobio producto de la persecución policial.
Hochhäusler también va ampliando el perfil del
fugitivo al develar un lado dócil y benevolente durante su cautiverio en un
bosque. En el proceso de la trama además se van exponiendo una serie de
argumentos que parecen dar lógica a la personalidad de Molesch. Hay una lectura
a sus antecedentes, como si se diera una respuesta a sus acciones. De Dreileben la primera historia es la
mejor de las tres. Al igual que los otros directores, Christian Petzold
sabe interactuar su historia con el trasfondo. Lo cierto es que Algo mejor que la muerte tiene una
variante anímica más cautivadora respecto a las otras. Los cambios genéricos de
esta historia crean contrastes entre sí. Cada cambio es notorio aunque nunca su
trama desajusta. Para momentos el filme funciona como una comedia romántica,
pero para su siguiente escena se convierte en un filme de suspenso que asfixia
y perturba. En general, Dreileben
sabe motivar el mal augurio sobre ese individuo acosador que se va paseando en
las narices de personajes comunes y corrientes.
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