Dos son las
motivaciones que hacen de Mauro (2014)
sea una película alentadora. La primera está relacionada con la progresión de
sus sucesos. Estos se manifiestan a modo de fragmentos de la rutina, en este
caso, de Mauro (Mauro Martinez). El director Hernán Rosselli irá empalmando una
serie de acontecimientos con una progresión ágil. Cada acción parece no necesitar
sea profundizada, o al menos eso es lo que desea Rosselli. De Mauro se sabrán
muchas cosas. Sus oficios, sus zonas de ocio, un amor. Tal vez la ruta de un
individuo común, sino fuera por un asunto en especial, cuestión que encausa a
esa segunda motivación. Mauro es
atractiva al adentrarse a una zona dónde solo algunos “privilegiados” lograron
conocer sin necesidad de inmiscuirse. Se trata pues de la producción y
comercialización de los billetes falsos. Un negocio que lógicamente se observa desde
un punto en cautiverio.
Paralelo a la rutina
de Mauro, está también la rutina de este productor ilícito. El espectador será un
temporal privilegiado al ser testigo de la artesanía, casi ritual, sobre la
fabricación de billetes en un taller de serigrafía clandestino. Lo curioso es
que la película nunca promueve una especie de repulsión frente a este ejercicio
o sus mismos actores. Este filme argentino es sumamente objetivo al momento de
retratar. No hay un cuestionamiento o alegoría por encima o por debajo de su
discurso. Mauro y sus amigos son a veces simpáticos y en otros instantes curiosos
o hasta intimidantes. Hay un ejercicio
de la humanización, una que se trabaja de manera superficial y que poco a poco
va aflorando una empatía o, por qué no decirlo, lo contrario a esta. Muy al
margen de su oficio o la posición social en donde se encuentre, Mauro se
sostiene de comportamientos universales. El amor es tal vez el más próximo. La
relación con una mujer del que no se sabe a ciencia cierta si fue furtivo o
duradero. Mauro se sostiene de un
tiempo implícito. Esa trama fragmentada despista la temporalidad. Ya cuando nos
damos cuenta el personaje es de “menos carnes”, decaído, desencantado. Eso último
es tal vez lo más trivial en el filme. La representación de la decadencia en un
individuo.
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