El cine de Matías Piñeiro
va de la mano con el teatro, y no solo por su formalidad, sino también por su
misma temática. Desde El hombre robado
(2007) hasta Viola (2012), sus
películas se han visto descubiertas por la lectura/adaptación abierta, versión
libre de estudios políticos como el de José Sarmiento u obras teatrales como las
de William Shakespeare. Los personajes de Piñeiro se aprenden estos discursos o
libretos, los repasan y por último los ponen en práctica. Es decir, lo adaptan
a su cotidianidad (¿o es que tal vez siempre su naturaleza fue esa?). Empleada
la práctica, sus protagonistas van gestando roces y tensiones. Los primeros conflictos
entran en escena y el drama se aproxima. A su paso, Piñeiro pone en
cuestionamiento la moralidad de estos “personajes de teatro”, personajes que actúan,
fingen al asumir posturas que sus interlocutores creían eran lo opuesto. Los
protagonistas de este director son hurtadores, sea de útiles como de afectos hacia
personas. Amantes furtivos, enemistades y engaños se tejen en sus historias.
En La princesa de Francia (2014) Piñeiro se
supera así mismo. Nuevamente un grupo de jóvenes parecen ser reflejos shakesperianos mientras van intentando
representar una obra teatral del inglés. A diferencia de los anteriores filmes
del argentino, en esta ocasión un personaje masculino será el centro de los
conflictos, motivador de desencuentros y anticuerpos entre los demás
personajes, en su mayoría personajes femeninos. Víctor (Julián Larquier) regresa
a su país después de un año y con eso despierta amores, enciende nuevas pasiones
y revive resentimientos. Como lo dicta el libreto de “Trabajos de amor perdidos”,
la hipocresía, una de las palabras comúnmente citadas en el texto, es también un
eco en el filme. Las mujeres, actrices que representarán una versión radial de esta
obra de Shakespeare, abrigan sus secretos o delitos, mientras fingen simpatía
mutua con las demás. Todo es producto de un amor arrebatado, un engaño, y lo
que gesta la hipocresía. La princesa de
Francia sin embargo no solo es adaptación “fiel” de un libreto, sino
también la(s) versión(es) personal(es) del director, quien no duda en filtrar
escenas guardadas, íntimas, posibilidades de hechos que no sucedieron. Hay
sucesos que tienen más de una versión. Matías Piñeiro fabrica ficción tras ficción.
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