Alejandro González
Iñárritu parece tener algo en común de Riggan (Michael Keaton). Es decir, ambos
regresando en grande, intentando desmitificar una imagen que habían proyectado
hacia su público por largos años. Es el retorno al mundo del espectáculo de
manera espectacular, un giro radical a sus carreras que además de implicar
riesgos, inconscientemente implica mucha fanfarronería. Birdman (2014) se abre cual película de Jean Luc Godard: créditos
intermitentes y una música de fondo descompasada aunque en plena catarsis.
Dentro de la historia tenemos a Riggan, un ex actor comercial decidido a
producir y dirigir en Broadway su propia versión de una historia sobre un individuo
filosofando sobre el amor. En paralelo, nuestro (anti)héroe protagonista sufre
de los tormentos de su propio alter ego,
“Birdman”, un superhéroe de ficción que se cristaliza mayormente voz en off o mediante poderes telequinéticos
que solo la mentalidad de su anfitrión puede ver.
El problema de Birdman es que peca de extravagancia.
González Iñárritu está decidido a manifestar un cine ostentoso que deviene
desde distintas direcciones. Los personajes del filme llevan una excentricidad
en la sangre. Unos son víctimas de la frustración, otros del ego, drogadictos
en rehabilitación, disfuncionalidad familiar como de pareja, el romance y la reconciliación,
la madurez y la redención. Hay una larga cadena de tragedias humanas, cuestión
que desemboca a forma de drama, comedia (que limita con el humor negro), lo
surrealista (que no desaprovecha el uso de efectos especiales). Y esto se
extienda también a un nivel técnico. La construcción narrativa que simula
largos planos secuencias serpenteando entre luces y bambalinas. Toda una
“sincronía” bien orquestada. Un impacto visual que no deja de ser provocativo a
pesar de convalecer de la misma exuberancia de su director. La actuación de
Edward Norton es tal vez el único engrane que promueve “lo exagerado” en buenos
términos. Alejandro González Iñárritu lucha por hacer ademanes a fin de llamar
la atención, un gesto que recuerda nuevamente a Riggan, quien desde el inicio
ha venido preparando su cierre con broche de oro.
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